Después de un tiempo de espera, se dieron las condiciones adecuadas y se cruzaron varios astros para poder realizar un viaje que teníamos pendiente, ahondar en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca) para realizar la ruta a la cascada de la Cola de Caballo.
Para quienes no conozcáis la zona ni su situación, el acceso al Valle de Ordesa en vehículo privado está prohibido del 21 al 24 de abril, del 1 de julio al 11 de septiembre y del 29 de octubre al 1 de noviembre, siendo únicamente posible a través de los autobuses lanzadera que salen desde Torla. Por eso, cuando atravesamos los Pirineos siguiendo el GR11 hace dos años, vimos el percal y lo dejamos para otra fecha o momento más adecuado, ya que tener que meter al perro en una jaula o dejarlo solo en la autocaravana durante muchas horas, no nos hace demasiada gracia.
Así que, cuando los dos tuvimos festivo del 28 de abril al 1 de mayo, no lo dudamos y preparamos la autocaravana para poner rumbo hacia Torla.
Día 1. Vitoria – Torla
Nuestro destino de pernocta sería un parking que hay en las afueras de Torla, en el que se permite la pernocta, o al menos no hay ningún cartel prohibiéndola. El parking es bastante hermoso, pero ante su gratuidad y cercanía a la entrada al Valle de Ordesa, hace que se llene rápido, así que decidimos salir el mismo jueves 27 de abril, nada más terminar de trabajar.
Llegamos al parking de Torla (42.6442, -0.1076) sobre las 19:30 y había bastantes sitios libres, así que pudimos elegir donde aparcar, aunque en la hora siguiente los sitios se fueron ocupando hasta casi terminar de completar el parking.
El parking está asfaltado, bien nivelado y tiene unas vistas privilegiadas del macizo montañoso característico. En la parte trasera hay una zona de hierba y enfrente un caudaloso río que hace muy placentero el arte de descansar y desconectar.
Si eres afortunado cuando llegues y tienes espacio en esas plazas junto al verde, lo podrás apreciar y disfrutar. Si por el contrario te ves obligado a aparcar en las plazas de enfrente, que colindan con la carretera, no te preocupes, casi no hay tráfico por la noche y el descanso está garantizado.
Durante esa primera tarde en el parking tuvimos la suerte de coincidir con gente muy simpática, con quienes estuvimos charlando e intercambiando batallitas hasta que el fresquillo nos obligó a retirarnos a nuestros respectivos vehículos vivienda.
Organizamos lo que sería el día siguiente, cenamos y cuando íbamos a ver un capitulo en el ordenador de una serie que tenemos a medias, me di cuenta de que con las prisas me había dejado el adaptador USB y no lo podía conectar…Oh, ¡¡¡desastre!!!, menos mal que había cobertura y pudimos conectar el ordenador a Netflix, así que no estaba todo perdido.
Día 2: Torla – La Pradera de Ordesa – Torla (16km)
En previsión a que habría mucha gente y al no conocer bien la situación de la zona, nos levantamos a las 07:00 y, como estaba cerca, decidimos ir a desayunar al parking de la Pradera y así quitarnos de encima una preocupación.
Arrancamos a las 07:15 y en cuestión de 10 minutos ya estábamos calentando el café en una plaza bien situada en el famoso aparcamiento de La Pradera de Ordesa (42.649316, -0.060625).
Teníamos dos rutas objetivo para este viaje y ambas salían de este aparcamiento: La Cascada Cola de Caballo y la Ruta de las Cascadas.
La más famosa y larga era la primera, la de la Cascada Cola de Caballo, así que como las previsiones meteorológicas eran favorables decidimos ir a por ella.
Preparamos unos buenos bocadillos, metimos dos botellas de agua, nos pusimos buen calzado de trekking, cogimos los bastones y a Brandi y, sobre las 09:00, iniciamos la incursión o la excursión, depende de cada uno.
Habíamos leído que la ruta no tiene pérdida ya que está bien indicada todo el camino, por lo que no llevamos GPS, pero sí una mochila bien ataviada por lo que pudiera pasar.
Antes de continuar quisiéramos hacer hincapié en la importancia de llevar ropa, material y equipamiento adecuado en todas las salidas al monte, no dando nunca nada por supuesto. En la montaña el tiempo es muy cambiante y la duración de la ruta puede alterarse drásticamente por cualquier circunstancia. Nosotros, además de agua y alimento, siempre llevamos una navaja, cerillas, tiritas anti ampollas y algo de ropa de abrigo, pese a que la climatología sea favorable. Por supuesto el calzado siempre tiene que ser el adecuado para montaña y unos bastones son más que recomendables.
Esta pequeña rutina puede suponer una diferencia muy grande sobre como puede terminar una ruta de montaña.
Bueno, hecho el apunte de llamada a la conciencia y la razón, continuamos con el relato.
Nos habíamos estudiado bien la ruta y sabíamos perfectamente por donde iba y que dificultad íbamos a encontrar tanto técnica como de dureza.
La ruta en sí no es muy complicada y es de una riqueza paisajística como pocas otras. Vas entre hayedos abetales, con un caudaloso río a tu derecha en el cual el perro puede ir bebiendo en los remansos y que de vez en cuando te regala una preciosa cascada.
El camino es por una pista pedregosa sencilla ascendente, pero que en alguna ocasión se complica levemente.
Entre fotos y paraditas para ver el paisaje nos costó llegar a la famosa Cascada Cola de Caballo 3h 15m, aunque a ritmo ligero y sin paradas se puede hacer en una hora menos tranquilamente.
Nos encontrábamos disfrutando de un bien merecido bocata, con unas vistas espectaculares cuando se levantó un viento algo fresco que trajo unas nubes más oscuras de lo que habían anunciado las previsiones así que, con mucha pereza, iniciamos la vuelta.
En nuestro camino de vuelta nos cayeron algunas gotas, pero que no amedrentaron a las hordas de gente se encontraban realizando la misma ruta que nosotros habíamos iniciado por la mañana.
El tiempo no parecía rolar hacia nada preocupante, así que aprovechamos para visitar la Cascada de la Cueva y de paso volver por un camino diferente al que habíamos subido.
Finalmente, necesitamos 2h 45m para llegar de nuevo al parking desde donde habíamos iniciado la ruta.
Estábamos algo cansados y nuestros cuerpos nos pedían algo de reposo, pero nuestra mente sabía que era viernes y el parking de Torla, donde habíamos pasado la noche y donde teníamos intención de volver a pasarla, se llenaría rápidamente así que arrancamos y fuimos para allá.
Era todavía algo pronto, por lo que el parking estaba vacío, así que pudimos elegir bien donde aparcar.
Nos duchamos y desde la tranquilidad que te da el haber hecho las cosas bien, pudimos ver como poco a poco se iba llenando nuevamente el parking hasta casi su totalidad.
Las previsiones meteorológicas para el día siguiente cambiaron, pasando de sol y nubes a lluvias al medio día, así que trazamos un plan principal y otro alternativo, de manera que elegiríamos uno u otro en función del tiempo que nos encontráramos por la mañana.
Después de esto, dimos un último paseo a Brandy, cenamos, Netflix y a la cama.
Día 3: Torla – Riglos
La mañana de ese tercer día fue muy diferente a la del día anterior. Al ser festivo nacional, riadas de vehículos subían en dirección al parking de de Ordesa, así que como no somos muy amigos de las multitudes y realizado la ruta principal prevista para ese puente, arrancamos y pusimos rumbo a Riglos.
Puede parecer un cambio drástico en el viaje y así es, solo que muchas veces habíamos pasado frente a los imponentes Mallos de Riglos, pero nunca habíamos parado y esta circunstancia nos dio la excusa perfecta para visitarlos.
Al llegar a Riglos, las señales nos dirigieron al parking de autocaravanas, que se encuentra frente al pueblo y las imponentes moles pétreas.
El área parking (42.346252, -0.726164) cuesta 6€ aparcar, 10€ si se decide pernoctar y el pago se realiza en una máquina que hay a la entrada del mismo.
El aparcamiento está un tanto inclinado, las plazas son bastante justas y si vas hasta el final, posiblemente las pases canutas tratando de girar en una mini rotonda llena de autocaravanas y campers.
Estuvimos valorando si dormir allí o ir directamente hasta casa, pero como las previsiones meteorológicas no eran nada buenas, el área no nos terminaba de convencer así que nos decantamos por la segunda opción.
Pagamos los 6€ en la máquina de la entrada y una vez colocado el ticket en el parabrisas salimos a visitar el bonito pueblo de Riglos.
Se trata de un pueblo típico del prepirineo, con sus casas de piedra, suelos empedrados pero sin lugar a dudas, los enormes mallos se llevan toda la atención de quienes lo visitan.
La mayoría de la gente que visita Riglos lo hace para escalar, actividad estrella de la zona, pero como nosotros no escalamos hicimos algo de turisteo por el pueblo y después un pequeño trekking alrededor de los Mallos de Riglos, admirando a el montón de gente que desafiaba a la gravedad.
Alrededor de los mallos hay una ruta circular de 5kms, pero con mucha pendiente en algunos tramos. Hacía bastante calor y era tarde, así que simplemente merodeamos por allí.
Sin haber dejado un solo rincón del pueblo por visitar, volvimos a la autocaravana y, después de comer, viendo que los nubarrones iban en aumento e incluso se escuchaba algún trueno a lo lejos, arrancamos y pusimos rumbo a casa concluyendo esa mini escapada por los Pirineos.
Documentación
¿Has estado alguna vez en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido? ¿Qué ruta nos recomendarías?