¿Quién no ha oído en alguna ocasión las frases “Soria ¡YA!” o “Teruel Existe”? Son origen de un movimiento español que denuncia la situación de desamparo que sufre gran parte de la España vaciada y que han ido cobrando tanta fuerza que hasta la conocida IKEA la uso como campaña publicitaria.
No son pocas las ocasiones en las que hemos reconocido públicamente en nuestro blog que conocemos mejor el norte de Europa que España y, desde hace un tiempo ya, nos hemos propuesto hacer pequeñas escapadas para ir descubriendo y mostrando al mundo, a través de nuestro blog y canal de Youtube las maravillas que podemos visitar a muy pocos kilómetros de casa.
En esta ocasión y, aprovechado un pequeño puente que se nos ha presentado en octubre, arrancamos la autocaravana con la intención de probar en primera persona que es cierto todo lo que hemos oído sobre las maravillas que se esconden en la provincia de Soria.
Viernes 4 de octubre: Vitoria – Vitoria (266,9km)
La previsión para los próximos días era bastante incierta ya que un fuerte temporal cruzaría la zona norte de la península, siendo el sábado 5 de octubre el único día en el que el tiempo estaba asegurado. Por todo ello, decidimos dejar la autocaravana lista y nada más salir del trabajo arrancar y llegar a nuestro destino, el Cañón del Rio Lobos, de manera que podríamos hacer la visita a primera hora del día siguiente y así evitar la masificación.
Era un plan sin fisuras ya que, durante la semana habíamos ido preparando la autocaravana, dejando únicamente cuatro cosillas de última hora, así que nada más llegar del currelo nos cambiamos de ropa, cargamos lo que faltaba, pusimos las coordenadas del área recreativa Puente de los Siete Ojos (41.7946, -3.107), un parking que se encuentra justo al final (o el inicio, depende de como se mire) del Cañón del Rio Lobos, y salimos.
Al ser viernes por la tarde, el tráfico era bastante intenso. Por un lado, nos juntábamos los que nos íbamos de fin de semana, con los camineros que apuran la conducción y la gente que regresa del trabajo. Si a todo esto le sumamos que el sol de media tarde otoñal pegaba en un ángulo bastante complicado, la conducción no es que fuera muy tranquila, aún así, íbamos con mentalidad “Zen”.
El tiempo iba pasando y cada vez nos encontrábamos más cerca de nuestro destino hasta que de repente me vino a la cabeza: – “¡mierda, las pastillas!
No sé si os lo hemos comentado en algún otro artículo, pero soy afectado de Esclerosis Múltiple y tomo dos pastillas de Tecfidera 240mg al día y al tener que tomarlas mañana y noche, las habíamos dejado sin guardar hasta el momento de salir y claro…al final me las dejé en casa.
Llevábamos cerca de 130 kilómetros y tuvimos que darnos la vuelta, ya que no puedo interrumpir la toma tanto tiempo y esta medicación únicamente se puede conseguir mediante farmacia hospitalaria.
Llegamos a casa sobre las 20:00 y después de una semana bastante dura, estábamos bastante cansados como para meternos más de 2,5h de conducción de nuevo, así que decidimos dormir en casa y salir por la mañana.
Sábado 5 de octubre: Vitoria – Cañón del Río Lobos – Ucero – Rioseco de Soria (286,4km)
Después de haber descansado correctamente y con las pastillas ya cargadas en la autocaravana, nos pusimos en marcha…de nuevo, pero esta vez, en lugar de ir al área de pernocta que teníamos prevista, fuimos directamente al parking desde donde se inicia la ruta al Cañón del Río Lobos (41.74555, -3.06051).
Hemos de reconocer que fue todo un acierto el no haber salido de nuevo el día anterior, ya que esa mañana de sábado, el tráfico era prácticamente inexistente, por lo que llegamos muy tranquilos a nuestro destino.
Era algo más tarde de lo que nos hubiera gustado, las 12, aún así pudimos aparcar sin problemas.
Es una zona altamente turística, mucho más de lo que nos hubiéramos podido imaginar nunca, así que dejamos la autocaravana al fondo a la izquierda, en una zona arbolada, junto a otras camper y autocaravanas, de manera que estorbásemos lo menos posible a la horda de coches y autobuses que estaban llegando para la “hora del vermú”. El coste del parking es de 6€ para las autocaravanas y al ser Parque Natural, está prohibida la pernocta…una pena.
Cogimos a las perruchis, nos pusimos zapatillas de trekking ligeras e iniciamos el corto trekking de apenas 1,2km por camino sencillo hasta la turística Ermita de San Bartolomé, icono del lugar e identificada con la desaparecida iglesia de la Orden Templaria de San Juan de Otero.
El camino es tan bonito y sencillo que aquello parecía la calle de Galerías Preciados el día antes de Navidad. Centenares de personas peregrinábamos en busca de la ansiada foto del monumento gótico.
Tratamos de mantener nuestra mentalidad Zen y entender que, al igual que nosotros, toda aquella gente, sin cultura de monte, ni naturaleza y con ropa de domingo, tenía el mismo derecho que nosotros a estar allí, aunque fueran pegando voces, pisando por donde no deben y pegando gritos de pánico cada vez que una de nuestras perrillas (atadas, por supuesto) les pasaba cerca.
En cuestión de 15 minutos llegamos la explanada en cuestión y una vez allí, entiendes la razón de semejante peregrinar. La estampa es idílica, la Ermita en medio rodeada de unas paredes de roca con multitud de grutas y cavidades de formas caprichosas sobre las que vuelan enormes buitres, además del río Lobos serpenteando bajo las rocas y creando pequeñas pozas llenas de nenúfares, lo que lo convierten en uno de esos sitios que se deben visitar.
La hora era la peor del mundo para visitar un lugar así, por lo que no nos detuvimos demasiado y continuamos el paso por el sendero que atraviesa el cañón. Son casi 9km de ida, por lo que nosotros hicimos más o menos la mitad del recorrido para disfrutarlo sin darnos una gran paliza y así hacer algo de tiempo a que la gente de los autobuses se volvieran al restaurante que seguramente tendrían reservado.
Un gran acierto, ya que cuando volvimos no había tanta gente y pudimos ver la Cueva de San Bartolomé, la Ermita y el mirador Ojo del Diablo mucho más tranquilos.
Con bastante mejor sabor de boca que al principio y justo aprovechando el “cambio de turno turístico”, mientras una nueva horda de turistas ansiosos de la foto de Instagram subía, nosotros volvimos a la autocaravana a comer (aunque por la hora, casi era merendar).
Mientras reposábamos la comida, estuvimos comentando la ironía de la ley “antiacampada” en la que prohíben a las autocaravanas pernoctar o sacar cualquier elemento al exterior en ciertos parkings, mientras que los de enfrente había sacado 3 mesas enormes con sus sillas, una cocina de gas, un altavoz con música y habían estado comiendo y haciendo la sobremesa mientras los niños jugaban al fútbol entre los vehículos hasta media tarde, ocupando parte del parking. Ironía de una ley que no tiene mucho sentido en la mayoría de las situaciones.
A media tarde arrancamos y subimos al mirador de la Galiana para ver los buitres sobrevolando la zona de cerca y para tratar de hacer algunas tomas panorámicas con el dron, ya que en el parking hay un cartel que prohíbe específicamente el vuelo en el Cañón.
Subimos el revirado puerto, dejamos el vehículo en el parking de la derecha (41.73184, -3.04191) y nos acercamos al mirador.
Además de haber muchísima gente, el viento era bastante fuerte, había muchísimo buitre y, aunque no había ninguna prohibición específica, el dron no despegó.
En Castilla y León son bastante permisivos con el tema de los drones en zonas naturales (zonas ZEPA), pero la única norma que te piden es que no molestes a la fauna, así que el sentido común me dijo que no era ni el momento ni el lugar para volar.
Disfrutamos de las vistas del cañón desde desde el mirador, las decenas de buitres sobrevolando nuestras cabezas y tal y como vinimos, nos fuimos a nuestra siguiente parada: el Castillo de Ucero.
Volvimos a bajar el puertecito y en pocos kilómetros llegamos a Ucero. En principio existe un parking cerca del castillo, pero la entrada al pueblo nos pareció algo estrecha, lo que nos dio una pista de lo que podríamos encontrarnos más adelante, así que quisimos evitar una situación complicada y dejamos la autocaravana en el parking (41.71662, -3.04957) que hay junto a las basuras, fuera del pueblo.
Los aparcamientos son bastante cortos y la autocaravana salía hacia la carretera, así que lo aparcamos en paralelo al muro y en perpendicular a los aparcamientos, es decir, mal…muy mal, pero no había otra manera. Además, tampoco es que fuéramos a estar mucho tiempo allí, así que la dejamos donde menos molestara y salimos a ver el castillo.
Mientras subíamos por la calle del Castillo y, pese a que había alguna camper grandota por allí, agradecimos no haber metido la autocaravana, ya que una vez aparcada podríamos haber obstaculizado el acceso a algún otro vehículo voluminoso.
El castillo de Ucero es una fortaleza medieval declarada Patrimonio Histórico Español y, aunque actualmente se encuentra en ruinas, sorprende la espectacularidad de esta obra defensiva del S. XII, la cual se puede visitar libre y gratuitamente.
Además de recorrer cada palmo de la fortaleza, también nos animamos a pasear por el entorno de lo que eran las murallas exteriores hasta los restos de una antigua ermita e imaginarnos lo que debió ser vivir allí.
Tontamente la noche se nos estaba echando encima, así que volvimos a la autocaravana y pusimos rumbo a lo que sería nuestro punto de pernocta los dos próximos días: el área de autocaravanas de Ríoseco de Soria (41.639797, -2.840461).
Cuando llegamos la noche estaba bastante cerrada y no pudimos ver muy bien la zona, así que nos aparcamos entre otras dos autocaravanas y después de cenar, nos fuimos a dormir.
Domingo 6 de octubre: Rioseco de Soria – La Fuentona de Muriel – Calatañazor – Rioseco de Soria (29,9km)
Por la mañana, después de descansar bien y desayunar como leones, mientras sacaba a las perruchis por la campa que hay frente al área, tuve una visión más general de la zona.
Se trata de un área de servicios gratuita a las afueras del pueblo, con suelo de grava bien nivelado que cuenta con 9 plazas para autocaravanas bastante amplias. Además de carga y descarga de aguas + wc, cuenta con una pequeña zona picnic con 3 mesas grandes en una zona verde. También dispone de la opción de enchufarse a electricidad, pero se debe solicitar la conexión en el restaurante del pueblo.
Con los “deberes” hechos y con un tiempo algo incierto, pusimos rumbo al siguiente punto importante de nuestra hoja de ruta: La Fuentona de Muriel, también conocida como Ojo de Mar.
En pocos kilómetros llegamos al parking preparado para las autocaravanas (41.726610, -2.858778), el cual suele costar 4€ aparcar, pero al ser fuera de temporada no había nadie en la caseta, así que no nos costó nada. Tampoco se puede pernoctar.
No es que pareciese que se fuera a llenar, aun así, dejamos la autocaravana donde molestase menos, estuviera más nivelada y salimos en dirección al inicio de la ruta, el cual se encuentra en el parking 2, únicamente destinado para coches.
La distancia entre parkings es de 1km aproximadamente y de la entrada a la Fuentona hay otro tanto, por lo que caminado se llega muy fácilmente.
El camino es tipo sendero de monte, sin desnivel y bastante accesible, por lo que es fácil llegar. Por si os sirve de referencia, en esta zona el vuelo con dron también está prohibido.
La Fuentona es uno de los seis monumentos naturales que hay en Castilla y León, título que se ha ganado por diversas características. La primera es que en su sistema kárstico, del cual nace el río Abión, se encuentra uno de los acuíferos más profundos y desconocidos de toda la península.
En 2002, Jesús Calleja con el equipo del Al filo de lo Imposible, trató de investigarlo pero no fue posible llegar más allá del primer tramo, por lo que todavía queda muchísimo por descubrir.
La fauna y la flora son otras de las características que han dado a este lugar el galardón de Monumento Natural, ya que aquí se conservan especies en peligro de extinción como son el águila real, el cangrejo de río o la sabina albar, una rareza botánica.
Después de ver la Fuentona y recorrer un poco la zona del río, volvimos al camino principal y recorrimos los 700 metros para ver una cascada, pero por desgracia estaba seca y únicamente nos pudimos imaginar la grandiosidad de esa zona basándonos en las curiosidades de la roca.
En la caseta de información, una chica muy maja nos comentó que la vuelta la podíamos hacer por un camino que va a la otra vera del río Abión haciendo una ruta circular, así que el regreso al parking lo hicimos por ese sendero que se desvía a la derecha del puente del principio. Pudimos disfrutar del precioso paisaje que se forma alrededor del río , entre los que destacan el Balcón de los Pastores o la Fuente del Cura entre otros.
Justo unos minutos antes de llegar a la autocaravana se puso a llover pero como parecía que iba a ser intermitente seguimos nuestro plan y nos dirigimos hacia Calataños pero parando antes en el Sabinar de Calatañazor (41.716071, -2.843843). Hay un aparcamiento pequeñito pero que permite pasear por uno de los bosques de sabinas mejor conservados del planeta.
Según la definición de la web del Patrimonio Natural, la sabina albar es una auténtica reliquia del Terciario. Se trata de un árbol cupresáceo muy rústico, adaptado al frío, a la falta de abrigo y a la aridez.
En este espacio, los ejemplares están catalogados, numerados y se pueden encontrar árboles de 2.000 años de antigüedad.
Después del paseo, el tiempo volvía a ponerse algo menos amable pero seguimos a nuestra siguiente parada, el pueblo medieval de Calatañazor. Justo a la entrada del pueblo hay un parking pero era pequeño y desnivelado así que buscando en Parking4night, vimos que unos metros antes había uno más amplio junto a los restos de la ermita de San Juan Bautista (41.701021, -2.818167), así que allí aparcamos junto a algunas autocaravanas y campers más. Según paramos el motor, una nube graciosa nos regó durante un buen rato, así que esperamos a que hubiera otra ventana de buen tiempo.
Aunque era ya casi la hora de comer, decidimos aprovechar la ventana de buen tiempo para visitar el lugar donde “Almanzor perdió el tambor” ya que según la aplicación del tiempo, por la tarde iba a haber tormentas.
Enclavada en el alto de una roca, la pequeña villa medieval de Calatañazor domina la vista que se extiende por la vega del río Milanos.
Una vez entras dentro de la villa, es como si te transportaras al medievo. Sus empinadas y estrechas callejuelas empedradas las conforman casas de construcción antigua que, en ocasiones dejan al descubierto el entramado de madera de sabina, cubierto con barro o adobe y cosido con paja. En los tejados se aprecian unas características chimeneas cónicas que no habíamos visto en otro lugar. Todo está muy bien cuidado y no hay ninguna construcción moderna ni nada fuera de lugar que estropee la autenticidad del conjunto histórico medieval.
Coronando la villa, quedan los restos del antiguo castillo de los Padilla, levantado sobre un antiguo fortín árabe y desde el cual se puede contemplar una extensa llanura llamada “Valle de la Sangre”.
Pasear por las calles de esta villa es todo un placer para los sentidos y es inevitable que nuestra imaginación viaje 10 siglos atrás e imaginar cómo tuvo que ser la vida en el lugar en el que Almanzor, azote de los ejércitos cristianos, perdió la batalla y el tambor.
Después de una visita bien a fondo, volvimos a la autocaravana justo a tiempo de librarnos de una buena chaparrada.
Después de comer y en vista de que el tiempo no iba a dar una tregua en lo que quedaba de tarde, decidimos volver al Área Servicios de Rioseco de Soria (41.639797, -2.840461) y así descansar.
Lunes 7 de octubre: Rioseco de Soria – Laguna Negra – Playa Pita (93,6km)
Nuestra intención era habernos levantado algo más pronto para aprovechar las horas de medio buen tiempo antes de las lluvias, pero se nos pegaron algo las sábanas y nos levantamos a las 9.
El cielo estaba plomizo, pero aguantaba así que pusimos rumbo a nuestro objetivo del día, la Laguna Negra.
Según la aplicación del tiempo, para ese lunes entraba definitivamente un temporal de agua, viento y tormentas violentas, por lo que los planes irían un poco sobre la marcha.
Poco a poco fuimos dejando las carreteras más cómodas para adentrarnos de pleno en una zona de alta montaña, con una carretera más estrechita y, como no, en dirección hacia los nubarrones.
Aunque el enorme parking de la Laguna Negra (41.9985, -2.8268) estaba vacío, aparcamos en la zona reservada para autocaravanas (sí, así somos nosotros…), que estaba algo más alejada de la barrera que sube al puerto de la Laguna Negra.
Pensábamos que el acceso a vehículos estaba restringido a partir de la barrera por lo que habíamos leído en algún blog, así que iniciamos a pie los 2km de la carretera asfaltada junto al río que llega a la laguna y, al ver que todo el mundo subía y bajaba en coche, nos sentimos los más tontos del lugar. No por lo de caminar, sino porque el cielo amenazaba lluvia y los truenos que se escuchaban de fondo, no auguraban nada bueno.
Una vez arriba, el pequeño parking (41.998718, -2.843336), con sitio incluso para autobuses, estaba bastante lleno. Parece ser que fuera de temporada está permitido subir con el vehículo ahí.
Ahí se inicia un pequeño sendero de escasos 300 metros que llevan hasta las Laguna Negra, cuesta arriba y con algunos escalones, sin ninguna dificultad, aunque en algunos tramos corría bastante agua por él y había que saltar algunas zonas embarradas.
Después de subir las últimas escaleras, llegamos a la famosa laguna enclavada a los pies del circo glaciar de Urbión.
Situada a 2.000 metros de altitud, esta laguna de origen glaciar, se encuentra bordeada de paredes graníticas y pinares, que le dan el característico aspecto oscuro y tenebroso.
Se trata de un sitio muy turístico y visitado, por lo que la zona está muy bien preparada y adaptada con una pasarela de madera que rodea el lago.
Nada más llegar, escuchamos un trueno que no hizo más que detonar lo que llevábamos temiendo, un aguacero de esos que te pueden llevar a vivir una situación poco agradable. Menos mal que íbamos prevenidos y nos habíamos parapetado con ropa de abrigo y chubasqueros.
Pese a que jarreaba con mucha mala leche y haber oído un trueno enviado por el mismísimo Thor, no había rayos, así que, junto a otros excursionistas, pasamos el aguacero al abrigo de unos pinos.
Cuando aflojó un poco la lluvia, aprovechamos para terminar de visitar rápidamente la zona, sin subir por el paso de la cascada, por supuesto, y volvimos a la autocaravana lo antes posible.
Una vez al resguardo de la autocaravana y con ropa seca, estuvimos valorando la idea de subir al parking de arriba y esperar a ver si alguna pequeña ventana de tiempo nos permitía visitar la zona con más tranquilidad, pero allí arriba no había cobertura y por lo tanto no podíamos ver las previsiones del tiempo más actualizadas, pero el tiempo cada vez se estaba poniendo peor, así que decidimos abortar misión y volver hasta el área de autocaravanas de Vinuesa (41.912171, -2.759429) con la intención de visitar el pueblo.
Es un área con barrera, con un precio de 5€ y a la cual se accede mediante la aplicación PVerde, pero en verano se debió estropear la barrera lo que la ha convertido en una zona de ocio y esparcimiento para la juventud aburrida de Vinuesa, que se ha dedicado a hacer botellón y el gamberro con el coche, amargando la estancia a más de un viajero (eso se comentaba en la aplicación Parking4night).
Cuando llegamos, el aparcamiento era un fangal y estaba cerca de un restaurante y como seguía lloviendo con fuerza, pensamos hacer tiempo a ver si mejoraba la cosa e ir a comer al embalse de la Cuerda del Pozo que habíamos visto al pasar. Llegamos al parking de Playa Pita (41.85333, -2.78635), en la orilla del embalse.
La zona es muy chula y por la cantidad de aparcamientos bastante turística. Lo único que un lunes, fuera de temporada y jarreando hizo que fuéramos los únicos aparcados en ese lugar.
Entre tromba y tromba, pudimos acercarnos tímidamente hasta lo que es “la playa” para que las perrillas desfogaran un poco y hacernos una idea de lo que ofrece ese lugar, pero la verdad es que la lluvia no nos permitió hacer mucho más.
Teníamos idea de visitar un par de sitios más de alto interés, pero las previsiones meteorológicas iban de mal en peor, con fuertes vientos y aguaceros que nos hicieron replantearnos el plan y poner fin a la escapada.
Después de comer iniciamos la vuelta a casa y por el camino pudimos ver los destrozos ocasionados por las fuertes tormentas y rachas de aire. Cantidad ramas caídas y un ejército de vehículos 4×4 de Iberdrola nos dieron la razón en haber puesto fin a la excursión, evitando alguna desgracia.
Conclusión
Hemos de reconocer que era un viaje en el cual no teníamos unas expectativas demasiado altas, pero que nos ha sorprendido mucho y para bien.
Esta zona de Soria que hemos visitado esconde unos tesoros que, en nuestra humilde opinión, la pueden convertir en un destino de alto interés turístico.
La mejor época para visitarla, en nuestra opinión, es en otoño ya que las hojas de los árboles cambian a tonos amarillos y naranjas y es todo un espectáculo. Además, hace menos calor que en verano y en zonas naturales con ríos y cascadas, te aseguras que tengan más caudal de agua por las lluvias. Aún así, este año, con las olas de calor y las pocas lluvias, no hemos podido verlo todo en su esplendor.
Para los que tenéis perros, cuidado por estas zonas en primavera y en verano porque debe haber mucha víbora, por esto nosotros dejamos la visita para octubre.
Esta zona de Soria cuenta con espacios para pernocta con todos los servicios de carga y descarga que facilitan muchísimo el visitarlo en autocaravana.
Si eres de las personas que busca disfrutar tanto del patrimonio natural como del histórico, os aseguramos que Soria es un destino muy a tener en cuenta.
Nosotros, si el tiempo lo permite, en el próximo puente volveremos para terminar de visitar lo que nos ha quedado pendiente y ver con más tranquilidad algunas de las zonas que ya hemos visto bajo la amenaza de temporal, porque Soria nos ha encantado y os aseguramos que a vosotros tampoco os decepcionará.
Gastos
- Gasolina: 159,1
- Parkings: 6€