Por circunstancias de la vida y una pequeña desgracia familiar, ya habíamos asumido que este año la autocaravana no se movería de su sitio.
Curiosamente, la misma situación que nos iba a hacer no abandonar Álava durante el verano de 2024, nos hizo tener que acudir periódicamente a Laredo ya que nos encargamos de la venta de un piso que tienen los padres de Irene en la zona. Después de hacer unos pequeños cálculos y ajustes, nos las ingeniamos para coordinar las gestiones necesarias y visitas de los posibles compradores con unas mini vacaciones por “la Tierruca”. Este es el potencial de la autocaravana, que te permite hacerte unas vacaciones a la carta y con total libertad de movimiento.
Cantabria es esa comunidad que nos impresiona siempre por sus paisajes de mar y montaña y ese aire campestre que todavía conserva pero, por otro lado, nos genera recelo porque para ella somos unos apestados, tanto por viajar con la autocaravana como por tener perros. Aún así, como buena relación tóxica, pese a recibir un rechazo generalizado por nuestra forma de viajar y vivir el mundo, volvemos a ella como las polillas a la mortífera luz azul del matamoscas.
15 de julio: Vitoria – Laredo – Arnuero (157km)
Después de terminar de trabajar y como hemos comentado en la introducción, nos acercamos a la población cántabra de Laredo para realizar las visitas al piso que habíamos concentrado para ese mismo día.
En temporada, al igual que casi todo Cantabria, Laredo es “No Friendly” con las autocaravanas, por lo que te encuentras algunas señales ridículas como la que hay en la recta del Puntal en la que tienen una enorme señal prohibiendo acampar. Dicha prohibición viene acompañada de un texto que da lugar a la interpretación, pero haciendo una lectura literal, da a entender que aparcar un vehículo vivienda lo considerarán acampada, con su consecuente multa de 30€ por día y m2.
Lo irónico es que en cualquier calle perpendicular no existe dicha prohibición, así que aparcamos allí nuestra autocaravana mientras realizábamos las visitas organizadas.
Digo yo y posiblemente cualquiera que conozca la zona, ¿no estorban un millón de veces menos las autocaravanas en esa recta que entre calles? Menos mal que en breve va a salir una ley que va a derogar todas esas prohibiciones anticonstitucionales en las que prohíben aparcar a un vehículo sin mayor criterio que la de su homologación.
Terminamos bastante tarde así que no nos fuimos muy lejos. Más concretamente a 10 kilómetros, al Área Servicios de Arnuero (43.463813, -3.530915).
El área cuesta 6€/noche, incluye carga/descarga de aguas y funciona de manera online. En la entrada deberás escanear un código QR, el cual te llevará a la web de Camprea.org y tras hacer el pago, podrás abrir la barrera pulsando un botón en el mismo email de confirmación que te envían o tecleando en un panel numérico junto a la barrera la clave que te envían.
El área también da la opción de hacer uso únicamente del servicio de carga y descarga, el precio es de 4€ y la manera de proceder es exactamente la misma, solo que se debe abandonar el área en un tiempo inferior.
El área está asfaltada, bien nivelada, limpia, con buen acceso a los servicios de carga y descarga de aguas, aunque tiene un pequeño “pero”, se encuentra en medio de la nada, cerca de la gasolinera y junto a la carretera de acceso a Noja, por lo que el tráfico es intenso.
Cruzando la carretera accedes a un camino que, tras un pequeño paseo de 15-20 minutos, te acerca a Noja, más concretamente al barrio de Trengandín.
Sinceramente, no nos pareció mala opción, sobre todo si vienes de paso y no te gusta meterte en el jaleo que supone una villa playera en estas fechas.
Después de dar un paseo para estirar las piernas y las patas, volvimos a la ac, cenamos y después de un día bastante atareado, nos fuimos a planchar la oreja.
16 de julio: Castillo – Ajo (10,4km)
Tal y como habíamos previsto, el tráfico fue molesto en algunas ocasiones, sobre todo cuando pasaba algún “joven” con la música a tope y el coche o moto bastante revolucionado.
Sin mayor incidencia, nos levantamos, desayunamos, recogimos todo el tinglado y pusimos rumbo a la capital del municipio de Bareyo, Ajo.
Ajo era uno de nuestros destinos favoritos hace 30 años, en nuestra época surfera. Los recuerdos de mi memoria eran la de un parking desaliñado, frente a una playa familiar y con acceso a una cala que era como viajar a un paraíso surfero.
Consciente de lo obsoleto de ese recuerdo de tierra inhóspita y poco conocida, quisimos volver para actualizar la base de datos de nuestra memoria y de paso conocer los nuevos e instagrameables lugares de moda: El faro y la Ojerada.
En lugar de aparcar en el pueblo, fuimos directamente al parking del faro (43.506587, -3.595799), un amplio aparcamiento gratuito de hierba, relativamente bien nivelado, con espacio como para 100 vehículos y, pese a estar junto al camping, sin prohibición de pernocta.
Aunque más adelante se atestaría de vehículos, cuando llegamos estaba bastante libre, así que pudimos elegir un buen sitio para echar el ancla.
En un pequeño paseo llegamos hasta el colorido faro de Ajo, punto de visita imprescindible para los cazadores de fotos de Instagram. A los que hemos conocido eso hace 30 años nos choca ver el fervor turístico que ha se ha desatado allí.
Hordas de instagramers, influencers, youtubers y demás posturitas, desgastando el alma del solitario faro a golpe de selfie…bueno, la nueva realidad es así, por lo que más nos vale actualizarnos y adaptarnos a vivir el mundo de esta manera.
Más que el faro, lo impresionante de la zona es el paseo balizado que hay junto a la costa. Sorteamos la cuerda que ponía fin al trayecto controlado y accesible y seguimos sendereando hasta llegar al parking desde el que se baja a la famosa cueva de la Ojerada, una cavidad cavernosa esculpida por un mar intenso, dejando una autentica obra de arte…por supuesto también instagrameable, como no.
Al día siguiente teníamos en Camargo una cita con Javier, del canal https://fisico.tv con quien teníamos acordada una entrevista para el día siguiente.
Estuvimos valorando el acercarnos y dormir cerca de Camargo, pero al ser la festividad del Carmen, la zona estaba bastante atestada de gente, así que decidimos quedarnos definitivamente donde estábamos y acercarnos al día siguiente tranquilamente, así que aprovechamos la tarde para dar un largo paseo hasta la playa de Cuberris y cala surfera de Antuerta que con tantos y memorables momentos llené mi juventud.
Os advierto que no es complicado, pero son casi 40 minutos de ida y otros tantos de vuelta por una vía peatonal junto a la carretera. Aun así, en buena compañía y alegre charleta se pasa bastante rápido.
Cuando volvimos a la autocaravana, pese a haber varias campers y autocaravanas al irnos, nos habíamos quedado solos, pero solos de no haber ni coches allí. Esto nos inquietó un poco, así que volvimos a revisar todas las señalizaciones y cerciorarnos de que no había ninguna advertencia de que se prohibiera la pernocta. Todo parecía correcto, así que allí nos quedamos.
17 de julio: Ajo – Camargo – Liencres – Puente de San Miguel (73,2km)
La noche en el parking fue sorprendentemente tranquila. Pese a estar junto a una vaquería, no hubo ningún ruido molesto por lo que pudimos descansar correctamente.
Sacamos a las perrucas, desayunamos, recogimos el tinglado y pusimos rumbo a Camargo.
En cuestión de 40 minutos ya habíamos llegado a nuestro destino. No vamos a entrar más en detalles sobre este punto, ya que fuimos a hacer la entrevista que ya os comentamos el día anterior.
Terminada la labor y una vez nos despedimos de Javier, pusimos rumbo a Piélagos, más concretamente a Liencres, para hacer el famoso sendero de la “Costa Quebrada”.
Echamos el ancla en el parking que hay junto a la playa de Cerrias (43.468708, -3.937411).
Llegamos sobre las 14:00 y, pese ha hacer un día muy bueno, era entre semana y aparcamos sin problema. No os hagáis muchas ilusiones ya que en los parkings de Liencres está prohibida la pernocta. De hecho, esos parkings no pueden ocuparse entre las 21:30 y las 7:00.
Mientras comíamos el aparcamiento se fue llenando hasta el punto de que de haber querido salir de allí, no lo hubiéramos podido hacer, ya que la gente dejaba el coche de cualquier manera.
Sin hacernos mala sangre nos preparamos y sobre las 16:00 salimos a hacer la mitad del precioso trekking que hay por los acantilados.
Digamos que el propio pueblo parte por la mitad el paseo y nosotros hicimos el que va desde la playa nudista de Somocuevas hasta la playa de Canallave, pasando por las playas El Madero y Pedruquias.
Qué decir que no os podáis imaginar. El paseo es precioso. Vas costeando por encima de los acantilados, con vistas de la costa cántabra de lujo, eso sí, hacía un calor de mil demonios.
El trekking es relativamente fácil, aunque es recomendable llevar calzado adecuado ya que se pasa por algunas zonas de rocas un poco complicadillas. Si os cansáis del sendero podéis hacer como nosotros y hacer la vuelta por una pista de grava que discurre paralela al otro camino.
Una vez en la autocaravana el parking se había despejado bastante, aunque todavía había alguno aparcado de tal manera que tuvimos que aguantarnos para no meterle un rayón con la llave… “uno, dos y tres, yo me calmaré, todos lo veréis…” (Alusión a la serie: Cosas de casa).
Al día siguiente por la tarde debíamos volver a Laredo para seguir con las gestiones, pero aún así, pusimos rumbo en dirección opuesta, más concretamente al Área Servicios Gratuita de Puente San Miguel, cerca de Torrelavega (43.359462, -4.089457).
Se trata de un enorme parking asfaltado, bien nivelado, junto a la estación de tren y que comparte espacio junto a otros vehículos. De hecho, la zona reservada para las autocaravanas estaba llena, así que aparcamos en una plaza de coche normal, metiendo el culo en la zona de hierba para no salirnos de las marcas.
18 de julio: Puente de San Miguel – Torrelavega – Laredo – Arredondo – Parque Natural Collados del Asón (129,2km)
La noche en el área fue sorprendentemente tranquila, sobre todo teniendo en cuenta que estábamos en una zona urbana, junto a la estación de tren y atestada de autocaravanas, campers y coches. El último tren lo oímos sobre las 23:00 y no volvimos a escuchar ningún otro hasta las 7:00am.
En un principio íbamos a volver a Liencres para hacer la otra mitad del trekking por la Costa Quebrada, pero la verdad es que teníamos necesidad de reponer la despensa.
Este viaje fue un tanto improvisado, por lo que salimos con las cuatro cosas que nos quedaban por casa y andábamos inventando cosillas para comer y cenar. Además, la comida de las perruquis también estaba algo justa, así que aprovechando que nos encontrábamos en zona urbanizada pensamos que lo más inteligente sería realizar las labores de avituallamiento en lugar de actividades de ocio.
Íbamos a descargar y reponer aguas, pero había una cola un tanto larga para hacer uso del servicio, así que primero fuimos al Centro Comercial (43.358115, -4.064178).
En cuestión de 6 minutos llegamos al destino y visitamos tanto el supermercado DIA como el KIWOKO, así que pudimos reponer la comida de todos los integrantes de la familia.
De vuelta al área, había un chaval alemán con una camper ocupando la zona de carga y descarga de aguas. Paramos junto a el y esperamos pacientemente a que terminara de lavar todos los cacharros, cuencos, tuppers y demás cosas que se le ocurrieron.
A ver, voy a hacer un breve inciso en este punto el cual espero no moleste a nadie. A primera hora de la mañana, la cola la ocasionó otro compañero con que estuvo ocupando la zona de carga y descarga durante una hora aproximadamente, al igual que el chaval con el que coincidimos nosotros.
En nuestra opinión, los puntos de carga y descarga son para lo que son; cargas, descargas y dejas paso al siguiente. No son espacios para liarse a limpiar la furgoneta por dentro, lavar todos los cacharros o incluso pegarse un lavado rápido uno mismo. Dicho esto, sigo con el viaje.
Con los tanques y despensa llenos nos acercamos a Laredo para realizar las visitas que teníamos organizadas para ese día. Se notaba el cambio de quincena y el buen tiempo, ya que no había aparcamiento en ningún lado, lo que nos obligó a dejar el vehículo en la recta del Puntal.
Justo acabábamos de aparcar cuando pasó una patrulla de la Guardia Civil…apretamos el culillo, aguantamos la respiración y…pasó de largo. Fiuuu, vaya ataquitos que nos pegan en esas situaciones. Es un tanto injusto tener la sensación de estar incumpliendo la ley, cuando realmente no estás haciendo nada malo.
Comimos y dimos un paseo a las chuchainas antes de dejarlas durante un rato en la autocaravana. Hacía un calor horrible, 30ºC con una humedad altísima que hacía bastante desagradable el mero hecho de estar allí, sobre todo cuando no puedes irte a darte un baño ni disfrutar de la playa.
Dejamos a las perras con todo bien cerrado y el turbovent a tope, además de un cubo con agua fresca para que estuvieran bien durante el momento que terminábamos la gestión.
En cosa de 45 minutos volvimos a la autocaravana y la verdad es que se estaba bastante mejor dentro que fuera…
Estuvimos valorando nuestro siguiente paso, ya que podíamos aprovechar el que estábamos en Laredo para pasear por allí y pisar algo la playa, volver a Liencres para el trekking pendiente o la tercera opción, que es por la que nos decidimos; tirar tierra adentro para escapar de las hordas de veraneantes que colonizaban toda la costa, además de dejar atrás el terrible calor.
Uno de los puntos que queríamos visitar en esta escapada era el Parque Natural Collados del Asón, así que pusimos las coordenadas en el TomTom Camper y nos dirigimos hacia el Área Servicios gratuita de Arredondo (43.273186, -3.600102).
Llegamos sin problemas, pero no fuimos capaces de llegar al área en cuestión. Ya habíamos leído en la aplicación de Parking4Night que era complicado. El GPS insistía en meternos por unos callejos imposibles, además de estrechos y empinados, estaban balizados por vehículos aparcados en ambos lados, lo que hacía imposible entrar con una autocaravana por ahí.
Después de intentar llegar por varios sitios, nos apostamos al inicio de lo que parecía un acceso factible en anchura, pero con una pendiente tan prominente que me hizo dudar de si la autocaravana sería capaz de subir por ahí, así que antes de meternos en un buen lío, paramos al borde de la carretera e Irene subió andando a investigar la zona.
Cuando volvió su valoración fue la siguiente: carretera revirada, con ancho suficiente para la autocaravana, pero con una pendiente muy acusada, todo para llegar a un área amplia, bien asfaltada, pero con un desnivel tan alto que ni con calzos lo solucionaríamos. Con semejante informe no nos arriesgamos a quedarnos atrapados en un callejo, así que directamente tiramos hacia la segunda opción de pernocta que teníamos para ese día, el parking que hay en el Collado del Asón (43.198644, -3.584114).
Durante la subida hay pequeños apartaderos no aptos para autocaravanas para visitar el nacedero y cascada del río Asón. Después de superar las últimas herraduras del puerto llegamos al alto, donde había unas campers y algún coche pero aparcamos sin problemas. El parking está asfaltado y ligeramente inclinado pero nada insalvable. Lo mejor eran las vistas al valle y las montañas, una maravilla.
Después de hacer un pequeño reconocimiento por la zona, dimos por bueno el sitio y allí nos apostamos, con la intención de realizar al día siguiente un par de trekking interesantes, entre ellos, el del nacimiento del río Asón.
19 de julio: Parque Natural Collados del Asón – Espinosa de los Monteros (20,6km)
La noche en el aparcamiento, quitando una visita a media noche de un caballo que nos dio el turre con el cencerro, fue muy tranquila y sin problemas.
Amenazaba calor, así que nos levantamos a una hora prudencial, desayunamos y a las 9:30 exactamente iniciamos la ruta por el GR que sale a la izquierda del parking.
La ruta es sencilla, por pista, sin demasiado desnivel y con una panorámica inigualable de lo que son los Collados del Asón.
Impresiona ver las enormes moles de piedra desplomadas de la actual pared que conforman la montaña.
Rodeados por lo que antiguamente era zona de glaciares y siguiendo las señales de los PR-S 74 (Bustalveinte) y PR-S 66 (Hondojón) la pista de grava dio lugar a otra de montaña, pero sin ninguna dificultad. El sol calentaba, pero por suerte el camino dispone de algunas sombras y varias pozas en las que el agua que alimenta el nacedero del río Asón aflora, por lo que las perruquis pudieron ir bebiendo y refrescándose. Sobre el mediodía llegamos hasta la última borda de ese valle. El camino seguía hacia el monte Colina, pero la ruta se nos iba de hora así que después descansar un poco disfrutando del entorno, volvimos exactamente por donde habíamos ido.
Eran las 14:00, el sol apretaba de lo lindo y varias personas iniciaban la ruta…no sé, pero un trekking de ese pelo, con esa calorina no es que sea lo más recomendable, pero que bueno, cada uno sabrá lo que hace.
Después de comer la niebla se estaba cerrando bastante, así que hicimos una valoración de opciones para los próximos dos días y salvar lo más dignamente posible la masificación del fin de semana.
Cerca de donde estábamos se encontraba el área servicios gratuita de la población burgalesa de Espinosa de los Monteros, la cual nos quedó pendiente de visitar en nuestra anterior Escapada a las Merindades, así que dicho y hecho. Recogimos bártulos y condujimos hasta nuestro destino por el revirado Portillo de Sía.
La niebla era muy cerrada, tanto que no se veía ni la carretera, pero por suerte se quedó atrapada en la vertiente Cántabra.
En cuestión de media hora llegamos al Área Servicios gratuita de Espinosa de los Monteros (43.085867, -3.557507).
El área está realmente bien. Es muy amplia, asfaltada, bien nivelada y presenta dos zonas bien delimitadas. La primera es el parking general, con las plazas sin delimitar y cuenta con la zona de carga y descargas. La segunda son dos parcelitas con espacio para 3 autocaravanas cada una, bien delimitadas, con su parcelita de hierba y están separadas del resto por una verjita de madera. El tema es que están algo peor niveladas que el parking general y además…no había sitio, así que nos pusimos con el resto de autocaravanas. Echada el ancla nos fuimos a dar un paseo por la rivera hasta el pueblo.
Nada más salir del área, te encuentras con un enorme espacio recreativo delimitado, el cual está dotado con mesas de picnic, fuente, barbacoa y bastantes sombras. Atravesando la zona, se accede al paseo que llega hasta Espinosa de los Monteros por la rivera del río Trueba.
Al llegar al pueblo, el río se convierte en unas concurridas piscinas naturales en las que había muchísima gente aliviándose del intenso calor.
Después de una pequeña vuelta de reconocimiento volvimos a la autocaravana a pegarnos una buena ducha y descansar de un día tan ajetreado.
20 de julio: Espinosa de los Monteros – Espinosa de los Monteros (0km)
Pese a haber despedido el día con un intenso calor, la temperatura durante la noche bajó lo suficiente como para tener que echarse una colcha por encima, sumado a que toda la gente del área respetó las horas nocturnas, tuvimos una noche bastante placentera.
El plan para ese sábado 20 de julio era visitar Espinosa de los Monteros y sus alrededores, así que no nos dimos demasiada prisa por salir.
Nos levantamos tranquilos, desayunamos holgadamente y salimos de la autocaravana a eso de las 10:30.
Pese a que las previsiones meteorológicas anunciaban lluvia, la mañana salió bastante calurosa por lo que nos acercamos al pueblo aprovechando la sombra y el fresco de la rivera.
El primer lugar que visitamos fue el “Columpio gigante”, al cual se llega bastante rápido siguiendo el camino de las piscinas naturales.
He de decir que el término “gigante” le viene un poco “grande” al columpio, ya que no deja de ser un asiento de columpio normal, pero con unas cadenas algo más largas de lo habitual. Aun así, nos hizo gracia visitarlo y sacarnos unos vídeos de esos “instagrameables”.
Durante el momento “columpio”, conocimos a “Sole”, una enfermera jubilada que se había quedado allí mientras su compañera de viaje iba a visitar el mirador que se encontraba más arriba, ya que ella tenía la rodilla lesionada.
Charlamos un poco sobre el columpio, Espinosa de los Monteros y de la vida en general. Luego, cuando vino su amiga (ya me puede disculpar, pero no recuerdo su nombre…) hicimos unas tomas con el Hoverair X1 que después les enviaría por whatsapp.
Es curioso ver como el destino nos junta a personas a las que acabas de conocer, pero tienes la sensación de conocerlas de toda la vida. Es la magia de vivir cada lugar que visitas, en lugar de pasar rápidamente por la vida.
Junto al columpio se encuentra el Roble Centenario, así que en ese punto marcamos dos de los objetivos que teníamos para visitar. Un poco más arriba estaba el mirador, pero hacía tanto calor que no hicimos ni el ademán de ir.
Volvimos por donde habíamos ido e hicimos un poco el tour de las casas de históricas, las cuales no son pocas. Se ve que ha sido una población de mucha importancia ya que para lo pequeño que es, alberga unas mansiones, castillos y torres impresionantes.
En la plaza central había un ambiente impresionante, ya que había una celebración de la Peña del Athletic de Bilbao, así que nos sacamos unos refrescos en un bar y los disfrutamos sentados en un banco que estaba a la sombra.
En el rato que estuvimos allí sentados, nos sorprendió ver la cantidad de moteros y ciclistas que pasaron por el centro del pueblo. Suponemos que por el atractivo de los puertos de montaña tan bonitos, elevados y llenos de curvas que rodean a Espinosa de los Monteros.
A la vuelta paramos en un remanso del río para que las perruquis se refrescaran, jugaran un poco y de paso, soltaran un poco de la tensión que habían acumulado por tanto estímulo.
A media tarde entraron las tan esperadas nubes que precedieron al anunciado cambio de tiempo, así que agarramos a las chuchis y salimos de nuevo a visitar algunas zonas que no habíamos visto por la mañana.
Durante el paseo, y gracias a que nuestros perros quisieron saludarse, tuvimos la oportunidad de conocer a un hombre que acaba de perder a su mujer por cáncer hacía dos meses. El hombre nos estuvo hablando de como el perro siempre estaba con su mujer, de sus hijas y de lo duro que fue el último mes de hospital. Esto te hace ver lo efímera que es la vida y la importancia que tiene el poder dedicar unos minutos a escuchar a alguien que necesita hablar.
El tiempo empezó a ponerse algo más serio y el viento a coger fuerza, así que nos despedimos del hombre, le deseamos mucha fuerza, ánimo y volvimos a la autocaravana.
Por el camino vimos en una señalización de la carretera que a tan solo 7 kilómetros se encontraba Ojo Guareña, una preciosa ermita enclavada en la montaña y vimos en nuestra Escapada a las Merindades. Tentador volver a visitarla…
A nuestro regreso, el área estaba tan llena que había autocaravanas y campers aparcadas incluso en las zonas verdes de las plazas que están apartadas de la general.
Después de echar una mano a aparcar al lado nuestro a un matrimonio que vino a última hora, dimos por finalizado el día y nos retiramos a descansar.
21 de julio: Espinosa de los Monteros – Selaya – Villacarriedo – Castañeda (71,6km)
Durante la noche llovió muchísimo y el viento sopló con bastante fuerza, no en vano las temperaturas cayeron casi 20 grados de golpe. Aún así, la noche en el área de Espinosa de los Monteros fue tranquila.
Nos levantamos sin demasiada prisa, desayunamos tranquilos, rellenamos aguas, vaciamos grises, químico y pusimos rumbo hacia el Portillo de la Lunada.
La carretera es estrechita, con bastantes curvas, pero gracias al mal tiempo, no estaba demasiado concurrida.
A medio puerto nos encontramos con una niebla tan cerrada que casi no se veía nada, así que como se suele decir “precaución señor conductor”.
Poco antes de llegar arriba, paramos en el parking de la estación de esquí de la Lunada (43.165444, -3.654859) para echar un vistazo.
El parking está asfaltado, bastante bien nivelado y el entorno es bien chulo, aunque en contrapunto está la edificación ruinosa de la estación de esquí, la falta de cobertura a lo que si le añades una niebla cerradísima con unas rachas de viento fortísimas, tienes todos los ingredientes para escribir una película de terror.
Evidentemente el día no estaba como para quedarse allí, ya que no se podía salir de la autocaravana, pero como alternativa para dormir lejos de la civilización y posiblemente más fresquitos, no nos pareció mala.
Sin detener siquiera el motor, desandamos la carretera por la que nos habíamos desviado del puerto y seguimos hasta culminar el puerto.
La bajada por la parte cántabra es algo más complicada y revirada que la castellanoleonesa, pero todo un espectáculo para los sentidos. Esa carretera es toda una panorámica a vista de águila de todo el valle.
Como he comentado antes no había mucho tráfico, pero sí bastante ciclista, así que bajamos con muchísima precaución y facilitando al tráfico ciclado su tránsito de la misma manera que me gustaría que me tratasen a mi cuando voy en bici.
En pocos kilómetros llegamos al primero de nuestros destinos, el pueblo de Selaya. Aparcamos en un parking apartado (43.219394, -3.809116) y salimos a curiosear la noble villa cántabra.
El pueblo se ve bastante rápido, pero tiene algunas casonas y palacios antiguos que merece la pena visitar. De vuelta a la autocaravana paramos en Bienve, un pequeño comercio con unas quesadas y sobados caseros autóctonos de quitarse la boina.
Arrancamos la autocaravana y nos acercamos al pueblo contiguo, Villacarriedo para hacer una visita del mismo tipo a la que habíamos hecho en Selaya.
Aparcamos en un parking apartado (43.227536, -3.808994), cerca de una urbanización de adosados en el que otros viajeros han dormido con mucha tranquilidad y sin ningún percance.
Aparcamos con intención de finalizar el día en ese sitio, comimos y salimos a visitar Villacarriedo.
Visitamos algunas casonas antiguas, pero debemos destacar la restauración del palacio de Soñanes, adquirido por unos empresarios mexicanos que lo convirtieron en un hotel de 4 estrellas impresionante.
La visita no es que diera para mucho y como era todavía un poco pronto decidimos improvisar y acercarnos hasta el Área Servicios gratuita de Castañeda (43.311467, -3.935309), que se encontraba a 20 kilómetros de donde estábamos y así de paso la investigábamos para dar constancia de ella en este artículo. Con lo que les cuesta a los cántabros que vayamos las autocaravanas, merece la pena dar uso de estas buenas intenciones.
El área es de asfalto, bien nivelada, con una zona de hierba amplia y junto a una vía verde. El “pero” lo pone el hecho de que está frente a la doble vía y comparte aparcamiento con vehículos de gran tamaño como autobuses y camiones. Pese a todo, decidimos quedarnos allí y vivir el área de primera mano. Además, estábamos pendientes de que agendar unas visitas al piso de Laredo, así que tampoco nos queríamos alejar mucho de una buena vía de comunicación.
Conseguimos aparcar en la plaza más al fondo, justo con salida directa a la zona verde y con una enorme autocaravana integral con gente mayor como vecinos, lo que garantizaba tranquilidad y que el enorme vehículo amortiguaría un poco el ruido de la autovía. Con todo a nuestro favor, echamos el ancha y nos pusimos a descansar lo que restaba de tarde.
No había pasado ni una hora cuando la autocaravana de al lado arrancó y se fue, lo que dio pie a que aparcase otra autocaravana más pequeña, con gente joven y un montón de críos de esos que tanto nos gustan. Para colmo eran amigos de otra autocaravana que estaba ahí aparcada con otra buena cantidad de hijos libres de toda norma y atadura…es el karma…lo sabemos…jajaja. Como dice mi madre, algo tendremos que aprender y estamos obligados a repetir esta situación hasta que lo hagamos.
Nos reímos de lo irónica de la situación, sacamos los cuchillos de cocina he hicimos una masacre…jaja, molaría que el relato hubiera ido en por esa línea, ¿no crees?, pero no, simplemente nos pusimos los cascos y descansamos escuchando algo de música ausentes del mundo tan ruidoso que nos rodeaba.
Dimos de cenar a las perruquis y cuando volvíamos del último paseo antes de irnos a dormir, la cuadrilla jolgoriosa arrancó y se fueron las dos autocaravanas y una camper a vete tu a saber donde.
Cuando la gente arranca tan tarde me los imagino llegando a las tantas al destino, despertando a toda esa gente de bien que hizo sus deberes y se encontraba ya descansando…pero bueno, no me hagáis caso. Soy una persona un tanto rara…o eso dicen, al menos.
22 de julio: Castañeda – Bárcena de Pie de Concha (46km)
Como consecuencia del tráfico de la autovía, la noche en el área no fue todo lo tranquila que nos hubiera gustado. Eso es un castigo del Karma por haber deseado tanto mal a las familias con niñas y niños gritones.
Nos levantamos a una hora razonable y con un calor incipiente, siguiendo la Vía Verde que pasa por la propia área, nos dirigimos a visitar la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda.
Andábamos algo despistados, así que preguntamos a un paseante con pinta de autóctono, quien muy amablemente nos acompañó casi hasta la misma colegiata. Da gusto coincidir con personas tan majas y agradables.
Una vez llegamos al lugar en cuestión, vimos que disponía de un parking bastante majo, con espacio tanto para coches como para autobuses, con sombra y bien alejado del ruido del tráfico, por lo que pensamos que hubiera sido una mejor opción para pasar la noche, así que os dejamos las coordenadas: 43.314558, -3.942982.
Mientras nos encontrábamos haciendo fotos y tomando algunas imágenes con el Hoverair X1, llegaron un par de matrimonios madrileños, afincados en Cataluña con tres perruquis muy majos y con quienes estuvimos charlando un buen rato mientras los cánidos hacían cosas de perros.
Con el nivel de socialización bien cargado, volvimos sobre nuestros pasos para coger de nuevo la Vía Verde pero esta vez en dirección opuesta a donde teníamos la autocaravana y seguimos hasta llegar al área recreativa de Puente Viesgo.
Hacía bastante calor, pero la segunda parte del paseo tiene bastante sombra, por lo que no nos costó llegar, pero la vuelta fue harina de otro costal.
Lorenzo cascaba de lo lindo y gran parte del camino lo tuvimos que hacer sin sombra y sin fuentes. Al menos llevábamos el bebedero portátil, por lo que pudimos ir dando de beber a las perruchis de vez en cuando.
Una vez en la autocaravana, preparamos la comida e investigamos cual sería nuestro próximo destino, ya que el jueves debíamos volver a Laredo para un par de visitas que ya habíamos cerrado y por lo tanto no podíamos alejarnos demasiado de donde estábamos.
No muy lejos de allí y en pleno Parque Natural Soja-Besaya existe la opción de hacer un trekking de 5 kilómetros por la calzada romana de Bárcena de Pie de Concha, donde además existe un Área Servicios gratuita. Dicho y hecho; arrancamos y pusimos rumbo hacia lo que sería nuestro destino esa noche, pero primero hicimos una pequeña parada en el Carrefour de Torrelavega (43.340710, -4.031900), ya que teníamos la despensa un poco a medias de cosas esenciales en ola de calor: lechuga, tomate, refrescos, helados…
Hemos de decir que entrar al centro comercial no fue especialmente fácil. Todas las entradas estaban bloqueadas con una baliza de altura, lo que nos obligó a rodear todo el centro comercial dirección al hotel y entrar por un paso estrecho, con muros de hormigón y bastante altos. Madre mía, total para poder acceder al mismo sitio al que acceden los turismos por las barreras de altura. Cuando se quiere complicar las cosas…se puede.
Con la nevera más llena de lo recomendable para garantizar una correcta recirculación del frío, salimos hacia el pueblo con el nombre más rimbombante que he oído nunca: “Bárcena de Pie de Concha”.
Por el camino pasamos por Corrales de Buelna, una localidad que visitamos hace ya bastantes años y donde se celebran las Guerras Cántabras. Una escenificación de la resistencia cántabra a la ocupación romana en la que todo el pueblo se implica y se transforma por completo. Un espectáculo muy recomendable de ver.
A media tarde llegamos a nuestro destino, el Área Servicios Gratuita de Bárcena de Pie de Concha (43.126741, -4.057055). El área cuenta con 5 plazas muy anchas, suelo de asfalto, bien nivelado, aunque con cierta inclinación para facilitar el desagüe cuando llueve, con una zona de hierba bien grande, lo que puede alojar a decenas de autocaravanas en caso de ser necesario. El “pero” (si, siempre hay alguno, ¿verdad?), es que no hay ni una sola sombra, está pegada a la central eléctrica y un Pumptrack. Bueno, esto último no se si realmente es un “pero”, así que dejo que juzgues tu mismo.
El sol estaba castigando duramente lo que no invitaba a hacer gran cosa, pero estar dentro de la autocaravana con semejante calor era bastante peor que dar un paseo, así que salimos a conocer un poco la población.
Enseguida llegas a lo que es la plaza central, donde hay varios bares y restaurantes con terraza. Siguiendo las señales llegas a lo que es el río Besaya que da nombre a ese valle.
Caminando, caminando acabamos llegando al Barrio de “Picota”, que coge su nombre de la columna de piedra, llamada Rollo o picota, usada antaño para atar a los reos o mostrar los cuerpos y cabezas cortadas de los ajusticiados…ay, que se me va el hilo, en el barrio de Rollo se inicia el trekking por la calzada Romana. Merece la pena llegar hasta allí porque la casas de piedra son preciosas y están decoradas con muchas flores.
Era tarde, hacía calor y lo último que nos apetecía en ese momento es meternos cinco kilómetros de empedrado, así que seguimos hasta el final del pueblo, visitamos la Ermita de Nuestra Señora de la Consolación (s.XVIII) y volvimos por donde habíamos ido.
Eran casi las 21:00, así que el sol ya se estaba metiendo por detrás de las montañas lo que nos dio algo de respiro en lo que había sido un día realmente sofocante. Es terrible, un día te levantas con 12ºC y al día siguiente de acuestas con 32ºC.
Ese día poco más; cenamos, vimos una serie y a la cama.
23 de julio: Bárcena de Pie de Concha – Bárcena de Pie de Concha (0km)
La noche fue bastante tranquila y como, pese al intenso calor diurno, por las noches baja el calor, se pudo dormir bastante a gusto…hasta las 7:00am, momento en el que comenzaron los trenes a funcionar. ¿Nos os había dicho que además del pumtrack y la estación eléctrica estábamos junto a la estación de tren? Pues sí.
Madre mía, solamente nos faltaba estar junto a un vertedero… ¡Ah, no…que sí que estábamos! Al final de la campa contigua al área además de una montaña de asfalto, había un pequeño vertedero. Además, es la zona habitual para que los dueños de perros “mascota” del pueblo fueran a hacer “sus cosas”. Entrecomillo lo de “mascotas” porque en los pueblos no todos los animales son mascotas, lo normal es que tengan una función y no estén incluidos en el entorno familiar. Esto no es ni bueno, ni malo…es así y punto.
Desayunamos, nos preparamos y salimos a hacer el trekking de la “Calzada Romana”. Nos acercamos hasta el barrio de Picota y a la izquierda de la carretera principal cogimos la Calzada.
Realmente no sé qué es lo que esperábamos, pero con tanta lluvia que había habido estos meses y al estar en un entorno totalmente arbolado, las piedras estaban mojadas y en algunas zonas, bastante barro. Al menos íbamos preparados con calzado de trekking y bastones, lo que nos sirvió para solventar algún paso comprometido. Además se nos comían los mosquitos y los tábanos, así que no fue muy agradable.
Después de 2,5 kilómetros de camino empedrado salimos a una pista para vehículos donde nos daba la opción de hacer el último kilómetro por pista o seguir por la calzada. Nosotros somos de “o todo o nada”, así que dejamos la cómoda pista y seguimos por el camino oficial.
Por lo visto no mucha gente opta por hacer la calzada completa, ya que este tramo estaba bastante cerrado de zarzas y ortigas, pero como ya os hemos comentado, nosotros venimos a jugar, así que nos abrimos camino a palazo limpio y finalmente conseguimos cumplir nuestro objetivo.
En vez de darnos la vuelta ahí, seguimos la senda y llegamos hasta el pueblo de Mediaconcha que está abandonado y tiene una antigua ermita en ruinas. Nos sorprendió ver que dos de las casas estaban en buen estado y parecían habitadas.
La vuelta la decidimos hacer por la pista más accesible, ya que bajar por el empedrado húmedo puede resultar peligroso y no estamos para rompernos ningún hueso, además así evitábamos los mosquitos y los tábanos.
Una vez en la autocaravana, comimos y reposamos un poco los huesos hasta que bajó algo el calor, momento que aprovechamos para ver la otra mitad del pueblo que nos faltaba por visitar.
Sorprende la cantidad de casonas y palacetes que hay en ese pueblo. La pena que pasear por allí es un deporte de riesgo ya que hay mucho tráfico y pocas aceras, lo que añade un puntito de estrés a lo que debería ser una acción relajada, por no hablar de que había perros sueltos por todos los lados.
Nos encontrábamos cenando, cuando vino otra autocaravana, la cual se puso en la plaza opuesta a la nuestra, es decir, ellos ocupaban la primera y nosotros la última, con otras tres plazas libres por el medio.
Os preguntareis sobre la relevancia de este dato, bueno pues ahora os lo explico. Eran las 0:00 pasadas cuando vino una camper, de esas con niños bien asilvestrados y se nos aparcó pegaditos a nuestra plaza. Al ser plazas anchas, nosotros habíamos aparcado bien centrados para evitar parte del desnivel, por lo que la furgoneta, al aparcar pisando la raya de separación no es que nos dejara demasiado espacio…
Evidentemente llegaron y soltaron a los críos mientras preparaban todo. Debían tener algún problema de audición, ya que se comunicaban a gritos. Golpes, gritos, claxon, alarma…vamos, el kit completo.
Finalmente, sobre la una de la mañana decidieron que ya habían dado lo suficiente por cul…saco y se “guardaron”, momento en el que el resto de usuarios del área pudimos dormir.
Y digo yo, ¿qué le motiva a una persona que llega de noche a un área, con 3 plazas libres y dos autocaravanas en las esquinas, a aparcarse pegadísimos a una de ellas en lugar de ponerse en la plaza del medio?
Lo normal o lo que llevamos viendo y haciendo desde que viajamos en furgoneta y autocaravana, es decir, 22 años, si el sitio lo permite, es dejar un sitio libre entre cada espacio ocupado. Sin más, el karma está claro que nos estaba haciendo pagar bien pagado nuestra repudia a la gente ruidosa y mal educada o como se llama hoy en día “nueva normalidad”.
24 de julio: Bárcena de Pie de Concha – Suances – Ajo – Arnuero (137km)
Al día siguiente debíamos enseñar el piso de Laredo a 3 personas que nos habían concertado cita, así que tocaba volver sobre nuestros pasos.
Nos levantamos tranquilamente y como nos gusta educar mediante el ejemplo, no hicimos ningún ruido. No pusimos la radio, no gritamos entre nosotros, las perris van atadas, por lo que no hay que andarles llamando…vamos, lo que para nosotros es “normal” cuando compartes un mismo espacio con personas que tienen otro horario.
Una vez recogimos todo nos pasamos por el poste servicios para descargar grises, negras y cargar limpias. He de decir que el poste es de los mejores que hemos visto en tiempo. Estaba limpio, el desagüe de grises no estaba atascado, el agua tenía mucha presión y el desagüe de negras era de esos que todo va para abajo a través de un embudo metálico y con un buen chorro de agua para ayudar a mantener todo impoluto.
Cuando nos marchábamos ya, los de la camper arrancaron y se nos pusieron en plan atosigante, como presionando para que liberáramos el poste. Recogimos la manguera y con una sonrisa en la cara, les mandé a tomar por el cu…les levanté la cabeza en plan saludo: “heeyyy”.
Nuestro primer destino del día era la población costera de Suances, ya que hacía muchos años que no pasábamos por allí y teníamos ganas de ver la playa de los Locos, hacer algunas tomas con el dron de los acantilados y comer en alguno de los restaurantes de por allí, peeeero, cuál fue nuestra sorpresa al ver en la entrada al pueblo una señal que prohíbe, bajo sanción, aparcar autocaravanas en cualquier lugar de Suances.
Estábamos en la zona de los acantilados, rodeados de, literalmente, decenas de aparcamientos vacíos y no podíamos ni siquiera visitar el mirador. Estuvimos un rato ahí parados (43.433208, -4.054241) mientras Irene iba a comprobar que lo que ponía en la señal era lo que me había parecido ver al pasar y, efectivamente, nos mandaban a la playa de Tagle o al área de Barcena del puerto, donde si leéis los comentarios en Parking4night, los usuarios echan pestes de este sitio.
Estuvimos un rato a ver si pasaba alguna patrulla local o de la Guardia Civil para preguntarles si podíamos aparcar allí para dar un paseo, pero como no venía nadie nos decidimos ir al parking de la playa de Tagle (43.427868, -4.088476).
Cuando llegamos, la primera frase que me vino a la cabeza fue “la madre que los parió”. Un parking de tierra, con un escalón prominente y con una pendiente de unos 30º. Vamos, está hecho para poder decir que te dejan aparcar en algún lado pero no hay pelotas de quedarse allí porque no consigues nivelar la autocaravana ni con calzos…Lo tienen bien pensado.
Bastante frustrados, echamos el freno de mano, cogimos la cámara, los drones, las perruchis y, después de escalar hasta la puerta de la autocaravana, salimos a dar una vuelta por allí.
Evidentemente, los perros, la playa ni pisar, así que la bordeamos como si fuera lava ardiente y cogimos el sendero que estaba detrás de los contenedores de basura.
Recorrimos el estrecho sendero del acantilado, balizados por vallas electrificadas para ganado hasta llegar a la Torre de San Telmo. Miré en la aplicación oficial de AESA “Enaire Drones” y confirmé que el vuelo estaba permitido, así que monté el tinglado y saqué a pasear al DJI Mini 4 Pro.
Tomé unas imágenes del acantilado, la torre y de la famosa ermita de San Justa, encajada dentro de un pliegue tectónico que la hace casi única en su género.
Después de quitar el mono dronístico, recogimos los bártulos y bajamos para visitar la ermita.
Sacamos unas fotos y aprovechamos para hacer unas tomas rápidas con el mini dron Hoverair X1, lo que llamó la atención de un par de chavales que estaban visitando la zona y, después de charlar con ellos, nos preguntaron si podíamos hacerles alguna toma con el Hoverair X1.
Evidentemente, no tenemos ningún problema con ello, así que les coloqué en la zona más “fotogénica” y, como es tan sencillo el manejo de este dron, con dos indicaciones, ellos mismos pudieron hacerse su vídeo.
Les gustó tanto el invento, que me preguntaron donde podían adquirirlo así que, junto a los vídeos, les mandé el link de la tienda oficial del HOVERAIR X1 y un código descuento de 15€ (hoverair15) que funciona si lo adquieres a través de ese enlace.
Volvimos a la autocaravana y como allí no se podía cocinar, ni comer, ni estar sin que te acabes cayendo contra la pared de la autocaravana, nos fuimos.
Era bastante tarde, así que encontramos en el Google maps el parking de una ermita no muy lejos de allí. Cuando llegamos, el parking estaba más inclinado todavía que el de la playa de Tagle.
Bastante frustrados, salimos a investigar la zona y acabamos en la placita asfaltada frente a la iglesia, la cual estaba relativamente bien asfaltada, tenía árboles y un par de bancos.
No os vamos a poner las coordenadas de este sitio ya que no es lugar para que se llene de autocaravanas.
A media tarde pusimos rumbo a lo que iba a ser nuestro lugar de pernocta, el parking del faro de Ajo en el que dormimos unos días atrás. Recalco lo de “iba”, porque cuando llegamos habían atornillado a la señal de parking un cartel de “prohibida la pernocta” que el otro día no estaba. Ya había vaticinado Irene que era cuestión de tiempo que eso pasara. Un sitio tan majo, amplio, nivelado ¿y gratis?, no iba a durar.
Un tanto frustrados pusimos rumbo al parking de Ajo donde sí permiten la pernocta, el aparcamiento trasero del polideportivo (43.476862, -3.612124). El aparcamiento es amplio, asfaltado, relativamente bien nivelado, pero…se encuentra demasiado cerca del jaleo, por lo que el que haya algún incidente nocturno con gente “desquehacerada” y a falta de un buen tortazo, es bastante probable, por lo que pusimos rumbo a nuestro plan B, el Área Servicios de Arnuero, donde ya estuvimos al inicio de nuestro viaje.
Cuando llegamos había dos autocaravanas aparcadas y otras 3 cargando aguas, así que nos apostamos en el sitio que mejor nos pareció y finalmente, allí descansamos nuestros huesos esa noche.
25 de julio: Arnuero – Laredo – Arnuero (51,1km)
Después de una noche tranquila, pero con bastante calor, nos levantamos y después de desayunar y sacar a las perruchis, salimos hacia Laredo. Se notaba que era festivo, mucha gente había enlazado ese puente con las vacaciones de agosto, ya que Laredo era un hervidero de gente.
Los parkings estaban a rebosar y el único aparcamiento que encontramos fue la recta del puntal, pero bastante al final, cerca del Club Náutico.
Después de pasar las visitas que teníamos acordadas para ese día, aprovechamos para dar un paseo con las chuchainas hasta el puerto.
Durante el paseo nos sorprendió ver algunas calles de las que dan al paseo atestadas de autocaravanas y campers. Se ve que la policía hace la vista gorda, ya que tenían pinta de llevar allí bastante tiempo. Al igual que en la zona de “los caballos”, donde había bastantes autocaravanas allí apostadas.
A la vuelta comimos tranquilamente, dimos una vuelta con las perris por la playa que hay detrás del Club Náutico y pese a pueda sonar tentadora la idea de quedarse allí, la cantidad de gente que había por allí nos animó a arrancar y volvernos al área de Arnuero, donde compartimos espacio con otra autocaravana y dos campers.
Aparcamos en el que ya denominamos “nuestro sitio” y terminamos el día de manera bastante relajada, con la tranquilidad que te aporta estar en un sitio habilitado para pernoctar legalmente y con el suficiente poco interés como para garantizar que no va a venir nadie a pegarte un buen susto.
26 de julio: Arnuero – Arnuero (0km)
Después de una noche bien tranquila y relajada, por la mañana recibimos una buena noticia, una de las visitas del día anterior al piso de Laredo nos confirmaba su interés en cerrar la venta, por lo que debíamos estar localizables y con cobertura, por lo que decidimos quedarnos donde estábamos mientras preparábamos la documentación necesaria. Es otra de las grandes ventajas de la autocaravana, que te permite trabajar allá donde estés sin tener que cortar las vacaciones.
Ultimados los trámites iniciales, comimos y salimos a dar un paseo hasta Noja, más concretamente a la playa de Trengandín.
Llegamos en cuestión de media hora por un agradable paseo, aunque el tramo más cercano a Noja, debido a la cantidad de gente y el tráfico fue bastante más estresante. No sé qué problema tienen en Cantabria con hacer las aceras tan estrechas y llenas de obstáculos como farolas, árboles y maleza sin podar.
Una vez en la playa, no pudimos acceder a la arena, ya que los perros están prohibidos incluso en la zona del Brusco, donde han estado permitidos hasta este año, pero como quieren obtener la bandera azul, han prohibido su acceso y ponen multas de 1000 euros por perro a los dueños que hagan caso omiso de esta prohibición.
Dimos un paseo por los precisoso acantilados, nos sentamos un rato en un banco frente al mar y sobre las 20:00 volvimos al área para cenar y organizar el fin de semana, ya que el lunes debíamos volver fugazmente a Álava para obtener unas firmas por la venta del inmueble.
Mientras cenábamos escuchamos algo de “jaleo” y resulta que debían ser las fiestas de Castillo y en el barrio de San Pantaleón había verbena y después DJ. Menos mal que estamos acostumbrados a dormir con tapones, aunque las perruchis lo pasaron algo peor debido a los petardos y cohetes que echaban de vez en cuando.
27 de julio: Arnuero – La Concha – Miera – Arnuero (127km)
La noche fue algo folclórica hasta eso de las 2am, momento en el que el DJ decidió desenchufar los trastos e irse con la música a otra parte, a su casa, supongo.
Nos levantamos pronto, desayunamos y arrancamos en dirección tierra adentro, más concretamente a La Concha, donde teníamos pendiente un pequeño trekking hasta «La casa del Rey» desde hacía algún tiempo.
Aparcamos arriba en un mini parking al lado del restaurante La Vieja Escuela (43.208560, -3.702870), sin intención de obstaculizar más de lo necesario, cogimos las perruquis, los palos y salimos por el sendero marcado a la derecha del río Miera.
El sendero iba en sombra, lo que sumaba bastante humedad al calor que hacía, lo que se convertía en numerosos bichos intentando chuparte la sangre.
Mosquitos y tábanos eran nuestros compañeros de viaje. Aún así, llegamos por ese sendero a la Ermita del Toral, donde valoramos seguir por el sendero o continuar por la pista paralela. Pese a los bichos, el sendero era muy chulo y divertido, por lo que optamos por continuar un rato más por esa vía.
Al final el sendero se cerró bastante, por lo que en un puente cruzamos a la pista y seguimos por ella hasta volver a las marcas blancas y amarillas de PR un poco más adelante.
Cruzamos por varias granjas, esquivamos algunos perros poco amigables y evitamos chispazos de las verjas electrificadas para ganado con la intención seguir remontando el Portillo de Lunada hasta llegar a el Mirador de la Casa del Rey.
Nos encontrábamos a poco más de 1,5kms cuando una pareja que venía justamente de allí nos comentó que los tábanos se intensificaban seriamente en ese último tramo, así que dimos por finalizado el paseo y volvimos a nuestro punto de partida, pero esta vez por la pista porque fue bastante tortuoso ir todo el camino atacados por ello. Habrá que intentar esa ruta más en otoño.
Cuando llegamos a La Concha, un hombre del lugar o lugareño, nos preguntó sobre las perras lo que inició una curiosa conversación. El hombre se interesó por nuestros oficios, lugar de residencia, itinerario y a cambio el nos explicó que la mayoría de gente de allí eran bastante mayores y solteros…y por lo visto, bastante aburridos, porque cada vez que dábamos por finalizada la conversación, nos sacaba otro tema y nos tenía otro ratito allí.
Como ya hemos comentado anteriormente, sorprende la cantidad de gente que hay con ganas de relacionarse con los demás y hablar, lo cual nosotros atendemos de corazón y con muchísimo gusto. Es una manera de conocer mejor la zona y a la gente que vive por allí.
Una vez conseguimos llegar a la autocaravana pusimos rumbo al pueblo de Miera, más concretamente al amplio apartadero que hay junto a la parada de autobús (43.284504,-3.698497) que hay en la base de la subida que hay hasta allí.
Comimos y estuvimos un buen rato valorando si subir con la autocaravana por allí, ya que habíamos oído que era una carretera bastante complicada, revirada y estrecha.
Era sábado, el tiempo estaba medio lluvioso, eran las 18:00 y casi no pasaban vehículos, así que nos la jugamos y tiramos para arriba.
La primera parte nos recordó a las tornantes más duras de los Alpes, con sus carreteras retorcidas y unos peraltes tan fuertes que te obligan a meter primera para garantizar que no te vas a quedar atrancado a media curva.
Con ese panorama llegas a la primera población, La Cárcoba, donde piensas que no ha sido tan malo y que en peores te las has visto, así que te envalentonas y tiras para el segundo tramo, el que te lleva a La Maza.
Esta segunda población ya es un poco más estrechuca y dificultosa de atravesar con una autocaravana. De hecho, tuve que meter el morro frente a una lonja, jugándome el parachoques para dejar pasar a una pickup. Lo malo de estos pueblos es que, aparte de las carreteras estrechas, te encuentras los coches de los lugareños aparcados en los peores sitios, lo que dificulta el paso a un vehículo como el nuestro.
Cegados por la adrenalina tiramos para arriba por una carretera empinada y tan estrecha que de haber aparecido otro vehículo no sé cómo lo hubiéramos solucionado, ya que la autocaravana cabía justísima.
Con bastantes sudores y estrés añadido, aparcamos en el inclinado parking de la Cueva de Sopeña (43.271555, -3.743178), donde por suerte pudimos dejar la autocaravana en la zona de autobuses. Sí, habéis leído bien, suben autobuses hasta allí, así que de habernos cruzado con alguno…¡¡fiesta!!
Estresados pero contentos por haber podido llegar hasta allí de una pieza, cogimos a las perruquis y salimos hacia las Pozas de Noja y el columpio gigante.
El paseo hasta allí no es complicado, el entorno bonito y merece la pena la media hora de paseo. Si vais en vehículo más pequeño y no os gusta caminar, podéis llegar hasta el columpio en coche, aunque ya os advierto que la última parte es una pista de grava algo rota.
Al principio el día estaba gris e incluso chispeaba ligeramente, pero las nubes se abrieron y nos dejó un cielo espectacular. Aprovechamos ese regalo y sacamos unas tomas aéreas con el DJI mini 4 pro y con el Hoverair X1 en el banco extradimensionado que hay en el alto de una loma y desde donde se puede disfrutar de una vista preciosa de las montañas, incluso se ve el mar.
Como anécdota, al igual que en ocasiones anteriores, había una pareja que se quedó sorprendida con la facilidad de vuelo del Hoverair X1 y se interesaron por el dron en cuestión. Al final, les hice unas tomas y se las envié por whatsapp.
Bajamos hasta el columpio e hicimos unas cuantas tomas con el Hoverair X1 para complementar las que habíamos tomado desde arriba con el DJI mini 4 pro.
Volvimos a la autocaravana, nos encomendamos a todos los dioses y emprendimos el camino de vuelta por esa carretera endemoniada.
Tuvimos una suerte increíble ya que, pese a estar subiendo bastantes coches para ver el atardecer desde el columpio, no nos cruzamos con ninguno.
Nuestro objetivo era el AS de Liérganes, pero al encontrarse en fiestas estaba cerrada por lo que nos encaminamos al área de autocaravanas que pertenece a un camping cerca de Suesa – Somo (43.4472087335799, -3.7278248940893115)…e ilusos de nosotros. Teníamos la esperanza de que, al tratarse de un área de pago, en medio de la nada y bastante lejos de la playa habría sitio, pero no. Al llegar tenían colgado el cartel de “completo”.
Era tardecito y no teníamos muchas esperanzas de encontrar nada cercano para dormir tranquilamente, así que volvimos a la ya habitual AS de Arnuero, donde aparcamos en el que ya denominamos “nuestro sitio”.
28 de julio: Arnuero – Vitoria (155km)
Ese domingo entraba una tremenda ola de calor que afectaría a toda la península durante una semana, así que decidimos volver a casa para poder vadearla y no perecer en el intento. Una autocaravana pequeña, con dos perros y sin aire acondicionado no es el mejor lugar para soportar las temperaturas que nos venían encima. Además, debíamos preparar la documentación de la venta del piso así que volvimos a casa.
6 de agosto: Vitoria – Alto de San Cipriano – Monte de secuoyas (207km)
Con la ola de calor superada y la documentación del piso firmada, preparamos la autocaravana y continuamos el viaje donde lo habíamos dejado.
Salimos bastante tardecito y como teníamos idea de intentar visitar el famoso Monte de secuoyas que hay cerca de Cabezón de la Sal, pusimos rumbo al parking que hay en el Alto de San Cipriano (43.307695, -4.124113) que nos pillaba de camino.
El parking tiene suelo de tierra, algo bacheado, ligeramente desnivelado pero un buen lugar para pernoctar cerca así que, después de estudiar la zona, echamos el ancla en la zona que nos pareció mejor.
Pusimos parasoles, cortinas, comimos y salimos a dar un paseo de reconocimiento por la zona.
Primero curioseamos por la zona de barbacoas que hay en el propio aparcamiento, después salimos por la pista forestal que baja a la derecha y finalmente, cruzando la carretera, cogimos la carreterita que hay junto al restaurante ganador del mejor cocido montañés en “nosequeaño” hasta llegar a la Ermita de San Cipriano.
El paseo es cómodo, no demasiado pendiente y en cuestión de 10 minutos se llega a la ermita. El problema es que al haber ganado y tratarse de una zona en sombra y con bastante humedad, hay unos tábanos bastante pesados. De hecho, tuvimos que “finiquitar” varios que estaban acosando a las perris.
Se estaban formando unos nubarrones un poco preocupantes, así que echamos un vistazo al tiempo y para el día siguiente anunciaba lluvia persistente con riesgo de tormentas. Todavía era pronto, así que recogimos todo y nos pusimos rumbo al área picnic que hay cerca del bosque de secuoyas y así poder visitarlo sin barro.
Llegamos en cuestión de 15 minutos y, pese a ser las 18:30, todos los parkings habilitados para la visita estaban a tope, pero tuvimos suerte y pudimos aparcar en un sitio bastante majo en la zona de picnic denominada “Paraje del pintor César Abín” (43.328646, -4.262559).
Una vez aposentados, cogimos a las chuchis, cruzamos la carretera y por la senda que sale a la izquierda del parking que hay debajo de la torre de alta tensión, llegamos al inicio de lo que está considerado como “Monumento Natural de las Secuoyas del Monte de Cabezón”.
Nos llamó la atención ver que todas las secuoyas tenían pelada la parte inferior de la corteza del tronco, por lo que nos preguntamos si habría ganado por ahí, ya que es algo típico de los árboles de zonas ganaderas, ya que las vacas y caballos se suelen rascar en los árboles, pelándoles la corteza, pero el misterio quedó resuelto cuando vimos un cartel que pedía a los visitantes que no arrancaran la corteza de los árboles…madre mía, que haya que decirlo también…Que poca fe me queda en la especie humana, de verdad.
Después de recorrer gran parte del precioso entorno natural, volvimos a nuestro vehículo y, acompañados de un buen número de campers, vehículos 4×4 y otras autocaravanas, pasamos allí la noche.
7 de agosto: Paraje del pintor César Abín – Mazcuerras (16km)
Pese a que diluvió bastante, la noche fue bastante tranquila. Tal vez destacar el tráfico tan intenso que hay en la carretera frente al área picnic, pero la verdad es que no nos podemos quejar.
Bajo un cielo encapotado, nos levantamos sin mucha prisa, sacamos a las chuchinas y después de pelear un poco con el barrizal que se había formado en el parking pusimos rumbo al siguiente Valle Cántabro, concretamente al pueblo de Mazcuerras, donde estableceríamos nuestro campamento base durante nuestra incursión en la Comarca y/o Parque Natural Saja-Besaya.
Era un día gris, lluvioso y en el que no íbamos a poder hacer mucho más, así que nos desviamos al supermercado LUPA (43.314740, -4.219475) que nos pillaba de camino, cogimos algunas cosas que nos faltaban y con la despensa llena, llegamos al Área parking de Mazcuerras (43.300847, -4.207197).
Se trata de un aparcamiento nuevo, bien asfaltado a la entrada del pueblo, junto a la iglesia, con ligera pendiente para que el agua corra sin problemas y con 3 espacios habilitados para autocaravanas.
Estábamos solos, así que aparcamos en la plaza más alejada de la carretera, dejando la cama orientada al campo, abrimos ventanas y sin mucho más que hacer, allí nos quedamos.
Aprovechamos para pegar una pequeña limpieza a la autocaravana, descargar fotos, vídeos y terminar de escribir este artículo, ya que el día anterior no habíamos tenido tiempo de hacer nada de esto.
Después salimos a visitar Mazcuerras y la verdad, nos gustó bastante. Primero fuimos hasta la rivera del río Saja y luego ya nos adentramos en las reviradas callejuelas para disfrutar de lo que antaño fueron grandes e importantes casonas.
Durante el paseo nos encontramos con una mujer bastante mayor autóctona de Mazcuerras y que había vivido toda su vida en ese pueblo. Nos estuvo contando algunos cotilleos sobre algunas casas que se habían vendido, entre ellas el famoso Palacio de las Magnolias.
La mujer tenía ganas de hablar y a nosotros nos encanta escuchar a la gente mayor, así que continuamos el paseo con ella hasta llegar a la biblioteca, donde nos separamos.
El cielo gris, finalmente cumplió su amenaza y nos regó con un “calabobos” el resto de la tarde. Dudamos si volver a la autocaravana, pero nos pusimos en modo “escocés” y seguimos como si fuéramos hidrófugos. Al fin y al cabo, tampoco somos efervescentes y hacía bastante calor, así que sin problema.
Cuando oscureció, volvimos a la autocaravana, cenamos y después de ver un par de capítulos de la serie con la que andamos ahora, “El joven Sheldon”, nos fuimos a la cama.
8 de agosto: Mazcuerras – Bárcena Mayor – Puerto de Palombera – Ruente – Mazcuerras (96km)
La noche en el parking de Mazcuerras fue agradablemente tranquila, aún así, recuperamos nuestro horario francés y con el día recién dibujado nos pusimos en marcha.
Nuestro primer destino fue la turística población de Bárcena Mayor, localidad catalogada como “Pueblo de Cantabria”.
El parking (43.146484, -4.196800) cuesta en temporada veraniega 5€ para autocaravanas (2€ para coches) y está prohibido pernoctar, algo de lo que nos advirtieron a la vez que se disculpaban los chavales y chavalas encargadas del aparcamiento.
Mientras aparcaba, nos liamos a hablar con uno de los que vigilaban el parking, que casualmente era un antiguo surfista habitual de Somo y con quien seguramente crucé antaño más de una ola.
Tanto el parking como el pueblo estaban bastante vacíos, lo que nos sorprendió mucho, ya que habíamos oído que se trataba de un sitio altamente turístico.
Pateamos a fondo las callejas, sacamos decenas de fotos en los rincones con encanto y casas rehabilitadas y, antes de que hiciera más calor, seguimos la senda del río hasta llegar al área recreativa de la Braña Castriño donde hay mesas y barbacoas y unas pozas donde la gente se bañaba. Antes debía ser una zona de acampada pero ahora estaba prohibida, no sabemos por qué. Estuvimos con las chuchainas en el río, paseamos por la zona y al volver a Bárcena Mayor nuestra sorpresa fue mayúscula.
Las solitarias calles estaban ahora atestadas de turistas, las terrazas estaban a tope, los restaurantes llenos…claro, nos acercábamos a la hora bruja, las 13:00.
Seguimo visitando la parte que nos faltaba y, antes de volver al parking, entramos en una tiendecita local para comprar unas mermeladas curiosonas y un décimo de lotería de Navidad…no sé, me dio un pálpito…jajaja.
Antes de irnos nos despedimos del compañero surfista y pusimos rumbo al puerto de Palombera para comer a ver si hacía más fresquito.
La carretera no es mala, aunque no deja de ser un puerto de montaña y bastante largo. Lo bueno es que la velocidad máxima durante todo el puerto es de 50km/h.
Una vez llegamos arriba, la niebla era tan cerrada que no se veía más allá del morro de la autocaravana. Aparcamos frente al cartel de puerto (43.063311, -4.232456), comimos y estuvimos disfrutando de la tranquilidad de la montaña a la espera de que la niebla levantara.
Entre tanto tuvimos una anécdota con unos potrillos de los muchos que campan a su aire por allí, ya que uno intentó comerse nuestra autocaravana. Mordisqueo un intermitente, un retrovisor y el portabicis. Entre risas y sin mayor percance que el de algo anecdótico, alejamos al curioso jamelgo de nuestra casita con ruedas.
En el alto del puerto parece que se puede dormir, pero hemos leído relatos de gente que se ha quedado y ha tenido que lidiar con los caballos y las vacas durante la noche, ya que les gusta acercarse a las autocaravanas y furgonetas para rascarse.
La niebla no tenía pinta de que fuera a levantar, así que decidimos poner rumbo a otro pueblo con encanto, Ruente.
Durante la bajada del puerto, tuvimos que parar varias veces como consecuencia del ganado que ocupa la carretera. Es una zona de ganado suelto, así que es lo habitual por lo que hay que extremar el cuidado en cada curva, ya que no sabes lo que te puedes encontrar.
Sorteado el Jurasic Park Cántabro, llegamos al parking del centro del pueblo de Ruente (43.258747, -4.268334). No os hagáis ilusiones ya que hay dos carteles bien grandes advirtiendo de que la pernocta está prohibida.
Aparcados, salimos a visitar el Nacedero de “La Fontona”, un fenómeno geológico en el que mana agua de una gruta que da lugar a un bonito riachuelo, alrededor del cual se ha generado una zona picnic y un paseo muy bonito. También cuenta con un puente romano.
Lo curioso y, es algo que parece que todavía no se ha podido explicar, es que se trata de un manantial intermitente, en el cual lo mismo mana una cantidad importante de agua, como que se queda seco durante un periodo de dos horas.
Vista “La Fontona”, dimos una vuelta por el pueblo para visitar la ermita y algunas casas interesantes.
Eran las 19:30 pasadas, así que decidimos volver al AP de Mazcuerras, que se encuentra a 7 kilómetros de allí.
Al llegar ya había dos campers en la zona habilitada para autocaravanas, así que aparcamos en la zona opuesta, ya que, pese a ser para coches, es un parking con muy poco uso y pensamos que no pasaría nada.
A lo largo de la tarde fueron viniendo más campers y alguna autocaravana, así que pasamos de dormir solos a estar el parking bastante lleno.
El resto de la tarde, poco más. Ducha, escribir el diario de este día, descargar los vídeos, cenar, un poco de “El joven Sheldon” y a la piltra.
9 de agosto: Mazcuerras – Carmona – Tudanca – Mazcuerras (108,2km)
A lo largo de la noche fueron llegando más autocaravanas y campers con lo que llegamos a juntarnos 16 vehículos vivienda en el aparcamiento. Se notaba que era puente en varias comunidades de España además de haberse terminado las fiestas de Vitoria-Gasteiz.
Pese a haber multiplicado por 8 el número de ocupantes del parking, la noche fue tan tranquila como la anterior. Aun así, nos levantamos con nuestro horario francés, desayunamos, recogimos y pusimos rumbo a un área de descanso de Cabezón de la Sal (43.322380, -4.226764), ya que se encuentra a escasos 11kms del parking de Mazcuerras y cuenta con servicio gratuito de carga y descarga de aguas y químico.
Con los deberes hechos, volvimos sobre nuestros pasos para ir a ver Carmona, otro de los catalogados como “Pueblos de Cantabria”.
El acceso al pueblo es un poco justito para una autocaravana, ya que la entrada se hace por un puente de piedra bastante estrecho y para llegar al aparcamiento habilitado (43.253731, -4.356855).
Nos armamos de valor y por una vez la suerte estuvo de nuestro lado, ya que no había demasiados coches, ninguno mal aparcado y el único que estaba en un sitio que no debía era una pickup, pero que gracias a mi habilidad como conductor curtido en mil batallas pude solventar y encarar la autocaravana por el estrecho puente que hay justo antes del aparcamiento de tierra.
Con la autocaravana bien situada cogimos las perris, las cámaras y salimos a devorar lo que Carmona nos ofrecía.
Calles empedradas, casas típicas, bares, restaurantes y hospedajes rurales; no quedó rincón sin patear ni esquina sin escudriñar.
La única puñeta fue que los tábanos nos hicieron la visita algo complicada y que había bastantes perros loberos sueltos que venían a ladrarnos y luego nos seguían, por lo que teníamos que andar con cuidado con las perras. Por lo demás es un pueblo bastante bonito y con posibilidades a futuro. Digo esto por que la conclusión es que está menos tuneado para el turismo como el pueblo de Bárcena Mayor pero también lo hace más auténtico.
Era relativamente pronto, así que pusimos rumbo a otro pueblo ilustre de la Comarca Saja-Besaya, Tudanca.
Después de pasar dos puertecitos algo revirados nos tocó bajar por una carretera algo endiablada hasta llegar a Tudanca, donde el acceso a vehículos de los no residentes está prohibido y debemos aparcar en el aparcamiento turístico de la entrada (43.152362, -4.375710).
El aparcamiento está muy bien ya que está nivelado, suelo de grava bien pisada, bastantes plazas bien amplias, buenas vistas y no está prohibida la pernocta. El “pero” está en varios comentarios que leímos en la app Parking4Night en la cual se quejaban de que los chavales iban a hacer botellón a las mesas cubiertas que hay y que además, se divierten molestando a la gente que se queda a dormir allí, lanzándoles manzanas, gritándoles, etc…
Con esas reseñas, pese a parecer una zona tan tranquila que te hace dudar de la veracidad de las reseñas, no nos quisimos arriesgar y desechamos la idea de quedarnos a dormir allí. Simplemente comimos y salimos a visitar el pueblo.
Tudanca está enclavado en la ladera de la montaña que forma el Valle del río Nansa, por lo que sus calles empedradas son realmente empinadas. Las casas son típicas de piedra, muy bonitas y además cuenta con “La Casona de Tudanca”, una casa ilustre por la que pasaron y se inspiraron escritores de la talla de Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel de Unamuno entre otros.
Aquí nos volvimos a encontrar otra vez con el problema de los perros sueltos. Babía cantidad de manadas de perros loberos, preciosos, pero la verdad es que imponen bastante porque parecen lobos, son de tamaño grande y vienen a ladrarte y, claro, llevando nuestras dos perrillas no sabes cómo se van a comportar. Es cuestión de ir tranquilos, con paso firme, no mirarles y rezar un poco para tus adentros, ja ja ja. Al final en ninguno de los pueblos cántabros que estuvimos hubo ningún altercado con los perros, vienen, te ladran para avisarte de que estás en su territorio y cuando ven que tranquilamente te vas, ellos vuelven a lo suyo.
Con algo de pena por abandonar ese sitio tan bonito, pero con pocas ganas de comprobar si es cierta la afición a atormentar a los autocaravanistas que pernoctan en Tudanca, arrancamos y en cuestión de una hora ya estábamos en Mazcuerra, nuestro campamento base durante nuestra incursión a este Valle.
Eran las 19:00, así que aprovechamos para dar un paseo hasta el pueblo, pero en esta ocasión por los campos que hay detrás del parking de autocaravanas. Vimos las Vacas Tudanquesas, típicas de la comarca y callejeamos por un barrio que nos habíamos dejado sin ver como consecuencia de la chaparrada que nos agarró hace un par de días.
A lo largo de la tarde fueron llegando más autocaravanas y furgonetas, pero la cosa estuvo bastante tranquila, así que descargamos fotos, escribimos la crónica diaria, cenamos y pronto a la cama, ya que al día siguiente tocaba abandonar ese valle y poner rumbo a la estación de esquí de Alto Campoo, ya que se daban dos circunstancias que nos obligaban a coger altura: la llegada del fin de semana y una corta pero intensa ola de calor de dos días.
Diréis que muchas veces somos unos exagerados, que nos quejamos por todo por lo que os cuento como terminó el día para que juzguéis vosotros mismos. Nos disponíamos a irnos a la cama cuando llegó una camper tardía. El enorme parking estaba dispuesto de la siguiente manera: nuestra autocaravana en una de las 3 plazas de AC, una plaza vacía y otra camper en la tercera plaza. En medio del parking había otras dos autocaravanas ocupando dos de los siete aparcamientos que hay en el centro. En la esquina superior había una camper y quedaban libres unos 30 aparcamientos más, bueno pues la camper tardía se encajó en la plaza del medio que había entre la otra camper y nosotros. Los sitios no es que sean muy amplios, por lo que, en mi opinión, cualquier otro sitio hubiera sido mejor opción.
Después de cuatrocientas mil maniobras, detuvo el motor y al de pocos minutos un bebé comenzó a llorar como si hubiera visto al mismísimo Diablo (juro que a mi no me vió porque no salí de la autocaravana, por si lo estás pensando).
Decidme si es el puñetero karma o no el que está castigándonos por algo malo que hemos debido hacer en otra vida.
10 de agosto: Mazcuerras – Puerto de Alto Campoo (Barrio de Brañavieja) (102,4km)
La noche no fue todo lo mala que habíamos previsto. Nos levantamos relativamente pronto, desayunamos, recogimos todo el tinglado y nos pusimos en rumbo a eso de las 09:00 con intención de ir al Puerto de Palombera a pasar el día, a ver si esta vez lo podíamos ver sin niebla.
Según nos íbamos cruzando pueblos y acercándonos a la subida del puerto, los pelotones ciclistas iban aumentando exponencialmente, al igual que el trafico motero. Ilusos de nosotros, era sábado y tampoco era lo suficientemente pronto como para haber podido evitar ese tipo de tráfico en la subida al puerto.
Conociendo la subida al puerto y conscientes de lo que nos íbamos a encontrar hicimos lo único que podíamos controlar y era no subir.
Paramos a un lado de la carretera, metimos nuevas coordenadas en el TomTom Camper Go y fuimos directamente a lo que iba a ser nuestro destino final para ese día, el Puerto de Alto Campoo.
La ruta principal nos enviaba por el puerto de Palombera, pero nosotros fuimos por Torrelavega, que era algo más largo, pero costaba el mismo tiempo, además evitaríamos el tráfico ciclista e innumerables situaciones complicadas.
Una vez allí, aparcamos en el parking que hay nada más llegar al Barrio de Brañavieja (43.031409, -4.354157), la urbanización que hay construida entorno a la estación de esquí.
Aunque el calor estaba apretando ya, era un poco pronto para ir a comer, así que salimos a dar una vuelta de reconocimiento por la urbanización.
Pese a que había algunos coches y casas habitadas, la sensación de película de apocalipsis zombi estaba presente. Parece mentira que casas con una vida tan intensa durante la temporada de nieve, den una sensación de desolación tan grande en verano.
El calor estaba subiendo, así que volvimos a la autocaravana y tratamos de hacer corriente, aprovechando el aire que soplaba allí arriba. De esta manera se hizo más soportable el inicio de la ola de calor.
A media tarde, con algunos nubarrones que amenazaban tormenta, salimos a dar un paseo hasta las antenas que hay en la loma de encima del parking.
Acosados por los tábanos, volvimos a la autocaravana y, al igual que el resto de furgos y autocaravanas allí apostadas, terminamos el día.
Por la noche la temperatura bajó algo e incluso unos visitó una pequeña tormenta.
Si os preguntáis porqué nos quedamos allí y no subimos hasta el mirador de la Fuente del Chivo, que está un poco más arriba, la razón es que la última vez que estuvimos allí nos sorprendió una inesperada tormenta de viento y granizo que nos las hizo pasar moradas. Fue tan fuerte que incluso la carretera de acceso se empezó a desmoronar y no teníamos ganas de vivir esa situación de nuevo y, pese que subieron muchos coches y campers a ver el atardecer, nosotros nos quedamos en suelo firme, literalmente “donde pisa la vaca”…Tudanca, para más datos.
11 de agosto: Barrio de Brañavieja – Collado el Henar – Puerto de Palombera – Nestares – Barrio de Brañavieja (Alto Campoo) (60,6km)
La noche fue muy tranquila y gracias a la altura en la que estábamos, fresquita, por lo que dormimos bastante bien.
Con nuestro habitual horario francés, antes de las 09:00 ya estábamos en marcha hacia nuestro primer destino, el cual estaba muy cerca, el parking del Collado de Henar, a 3,6kms de nosotros.
Cuando llegamos ya había vehículos, pero conseguimos aparcar sin problemas. Cogimos los bártulos e iniciamos el sencillo trekking de 5,7km que llega hasta la Cascada de Cirezos.
Por una pista de grava y sin ninguna pérdida, fuimos bajando hasta llegar a la altura del río. Al llegar al refugio de Cirezos, continuamos por la pista de la derecha y en una hora aproximadamente llegamos a la cascada.
Se trata de una poza, con una cascada a la que suele acercarse la gente local para hacer soportables estas olas de calor. De hecho, al de poco de llegar nosotros, lo hizo una familia con bastantes chavales y chavalas que, por cierto, muy amables, agradables y educados (ojo, que lo digo sin ironía).
Sujetamos a las perrillas que estaban bañándose, pero nos dijeron que las soltáramos sin problemas y así lo hicimos.
Se fue esa familia y llegó otro grupo bastante grande. Tíos, tías, abuelas, hijos, hijas, sobrinas, sobrinos…un montón de gente se acercó para disfrutar de la poza.
El calor estaba comenzando a apretar bastante y, pese a haber oído que el agua estaba a 17º, cuando ese grupo se fue nos animamos a pegarnos un baño. La verdad es que la primera zambullida fue dura; el contraste era tan grande que costaba hasta respirar, pero poco a poco nos fuimos habituando y finalmente disfrutamos como enanos.
El frescor duró poco y para cuando llegamos de nuevo a la autocaravana estábamos totalmente secos y crugientes…32º hacía ya.
Era tarde así que en nuestra subida al puerto de Palombera no encontramos ningún ciclista ni motorista, de hecho, no nos cruzamos con nadie. Es la magia de desplazarse cuando la gente está comiendo.
A diferencia del otro día que estuvimos, las vistas eran claras, pero hacía un calor insoportable, por lo que la idea de hacer un trekking por allí la desechamos directamente. Comimos y estuvimos aprovechando el frescor conseguido por la corriente, lo que hizo aquel infierno algo más soportable.
En ese puerto no hay cobertura, así que salvo echarse la siesta o merodear un poco, no teníamos mucho más que hacer, así que sobre las 18:00 nos pusimos de nuevo en marcha con la misión de conseguir una fuente con agua potable para rellenar los bidones al 40%.
No os vais a creer lo difícil que fue esta sencilla labor. Paramos en todos los pueblos que hay en el valle y en ninguno encontramos fuente pública y para uno que tenía, la fuente estaba clausurada con un tornillo en el caño.
Las perruquis estaban sin agua, nosotros con el último bidón a medias así que entramos en modo pánico: “¡A que nos tenemos que ir por no encontrar agua potable!”.
Pateamos todos los pueblos, preguntábamos a la gente y nadie sabía de ninguna fuente. Íbamos dirección Reinosa, cuando en Nestares encontramos una fuente al lado de la carretera, en el parque que hay justo después de la parada de autobús.
Después de reponer y rellenar todos los bidones, bajo un sofocante calor de 37º pusimos rumbo a nuestro campamento base, el barrio de Brañavieja (43.031409, -4.354157) en el puerto de Alto Campoo.
Según íbamos subiendo, el calor iba bajando y finalmente, llegamos arriba con una soportable temperatura de 28º, los cuales fueron bajando a medida que se iba metiendo el sol y unas amenazantes nubes de tormenta nos iban rodeando.
Después de eso, poco más. Escribir la crónica del día, descargar los vídeos, pasear a las chuchainas, ducha, cena, serie y a la piltra, que al día siguiente venía otro cambio de tercio: El Pantano del Ebro.
12 de agosto: Barrio de Brañavieja – Argüeso – Reinosa – La Población (61,4km)
Por la noche no llovió todo lo que amenazaba, pero se durmió bastante bien, así que otra noche exitosa.
Por la mañana nos despertaron los cencerros de los caballos que se andaban paseando por detrás de la autocaravana. Un poco puñeta, sí, pero se me ocurren mil modos peores de saludar al nuevo día.
Mientras desayunábamos, recibí un email de la Dirección General de Montes y Biodiversidad, en respuesta a una petición que hice unos días atrás para poder hacer algunas tomas con el DJI mini 4 Pro y en el que me daban permiso, ya que las restricciones duran del 1 de abril al 30 de junio.
Antes de partir a nuestro próximo destino, aproveché para hacer algunas tomas aéreas de la zona y el mar de nubes que se había creado bajo nuestros pies.
Terminada la labor, arrancamos y pusimos rumbo al cercano pueblo de Argüeso, donde está el castillo de los Mendoza y un poblado cántabro recuperado.
Aparcamos en el parking del castillo (43.034073, -4.20432), curioseamos por los alrededores, metimos el morrillo por la puerta, hicimos algunas tomas aéreas y bajamos a visitar el pueblo.
La verdad es que para ser un sitio que no tiene nada especial, nos gustó bastante. Las casas de piedra, el río que lo atraviesa y el entorno natural que lo rodea son elementos que hacen de Argüeso un sitio muy agradable.
Investigamos un poco sobre como llegar al poblado cántabro y como visitarlo, pero en la web no quedaba claro si había que reservar, si la visita guiada era obligatoria ni el coste. Lo único claro era que los perros están prohibidos y que para llegar hay que hacerlo por una pista de grava por la cual no nos apetecía demasiado aventurarnos.
Estuvimos pensando en dejar la autocaravana en Argüeso e ir andando, ya que únicamente hay 1,5km, pero el sol estaba en todo lo alto y ante la incertidumbre de no saber si podríamos visitarlo arrancamos y salimos hacia nuestra siguiente parada, Reinosa.
Antes de hacer nada, paramos en un supermercado Lupa (42.993667, -4.141918) para avituallarnos ya que teníamos escasez de algunas cosillas, como de helados, por ejemplo.
Con el congelador lleno de nuevo, nos dirigimos a un enorme parking de grava y hierba (42.998989, -4.142959) que está realmente bien.
El parking está bien nivelado, con árboles bastante altos que lo rodean y tiene una zona de hierba muy grande, donde había bastantes autocaravanas y campers apostadas. Nosotros no nos íbamos a quedar a dormir, así que aparcamos cerca de la entrada, aprovechando la buena sombra de unos árboles.
Comimos y salimos a visitar la denominada “capital de la nieve”. La verdad es que es un sitio muy agradable para pasear. Visitamos el casco viejo, ayuntamiento, parques y la rivera del Ebro, que atraviesa la localidad. El problema era que el tiempo se estaba poniendo bastante tontorrón. Se levantó un viento realmente fuerte, que movía una niebla muy cerrada bastante rápidamente. Era tan densa la niebla que parecía que estaba lloviendo. Como no estaba demasiado agradable, dimos por finalizada la visita y pusimos rumbo a lo que sería nuestro último destino, el Embalse del Ebro.
En la zona hay dos áreas de autocaravanas con servicios. La primera que visitamos fue el AS gratuita de “La Población” (43.033739, 3.953065) ya que era la que nos pillaba más cerca. El área está muy bien situada, en una zona relativamente tranquila, bien nivelada, suelo asfaltado y cuenta con 8 plazas bien amplias. El problema era que el poste servicios estaba sin agua. Como andábamos un poco al límite, vaciamos grises, el químico y salimos a probar suerte en otra AS a 6km de allí (43.038151, -3.893971).
En ese segundo sitio tuvimos más suerte y, pese a que parecía funcionar con monedas, la carga y descarga de agua funcionaba así que, bajo un terrible viento frío y húmedo, llenamos los depósitos.
Esta área tampoco tenía mala pinta. El suelo de asfalto estaba bien nivelado y caben bastantes autocaravanas. No sabemos explicar bien la razón, pero nos gustó más el primer área que habíamos visto, así que allí nos volvimos.
Cuando llegamos nosotros había bastantes sitios libres, pero en cuestión de media hora se ocuparon todos.
Algo que nos llamó la atención es que dos de los espacios se ocuparon con una Peugeot Partner y con un Opel Corsa apañado como vivienda (si, habéis leído bien, un Corsa), dos vehículos que por ley podrían haber estacionado en cualquier sitio prohibido para autocaravanas y por consecuencia, obligaron a otros autocaravanistas a mal buscarse la vida. Menos mal que cerca de allí, frente al polideportivo, hay una zona de columpios con unas plazas de parking grandes y pudieron quedarse allí.
El tiempo dio una pequeña tregua, así que aprovechamos para dar un paseo, escandalizar a todos los perros de la zona y visitar el pueblo que hay junto al pantano.
Sobre las 20:30 volvimos a la autocaravana para descansar, descargar vídeos, escribir la crónica del día y después de cenar, ver nuestro capítulo del “Joven Sheldon”, pronto a la cama.
13 de agosto: La Población – El Pantano del Ebro – Brañavieja (134,4km)
Quitando por los ladridos de los perros del pueblo y algún gallo, la noche en el área fue bastante tranquila o al menos, todo lo que cabía esperar.
Durante la noche el área se llenó y algunas autocaravanas se vieron obligadas a quedarse en medio del aparcamiento. Aún así, no hubo ningún incidente ni nadie montando jaleo a deshoras.
Las previsiones meteorológicas no eran nada halagüeñas y anunciaban un cambio radical para el mediodía por lo que, sin prisa, pero sin pausa nos pusimos en marcha con el objetivo de rodear todo el Embalse del Ebro parando en las zonas de mayor relevancia.
Nuestra primera parada fue la famosa Playa de Arija. Atravesamos el pueblo y aparcamos en una zona amplia frente al pantano (43.003130, -3.944956), justo después del camping.
Había un cartel de zona privada que prohibía la acampada y la pernocta, pero su disposición no nos dejó claro si donde habíamos aparcado estaba prohibido o era a partir del cartel, sea como fuere, no teníamos intención de quedarnos demasiado tiempo, así que echamos el freno de mano, pusimos los parasoles, pusimos la nevera en gas y salimos a pasear con las perrijas.
Junto a la zona donde aparcamos había una especie de zona protegida donde estaba permitido el baño, mientras que en el resto del pantano parece que no es tan fácil y obligan a realizar los deportes acuáticos a 200m de la orilla y únicamente se puede acceder al agua por las zonas habilitadas. La razón no la tenemos muy clara, pero parece que tiene que ver con postes eléctricos o algo así.
Recorrimos el trozo de playa que hacía una especie de península, sacamos unas fotos y vídeos en los restos de un antiguo puente de hormigón caído en desgracia y llegamos justo hasta el lado opuesto a donde habíamos aparcado y desde donde se apreciaban bastantes campers y autocaravanas apostadas en la zona verde frente al pantano.
Volvimos sobre nuestros pasos, nos sacamos la arena acumulada en las zapatillas y pusimos rumbo a nuestra siguiente parada: la Catedral de los Peces.
En el pueblo de Las Rozas emerge de las aguas la torre de una antigua iglesia, la cual han bautizado como “La Catedral de los Peces”.
El acceso al amplio aparcamiento pasa por cruzar el estrecho y bajo túnel de las vías del tren. Hicimos nuestros cálculos y dudo mucho que una autocaravana pueda pasar por ahí, así que volvimos por nuestros pasos y dejamos la autocaravana en una zona amplia junto a la parada del bus (42.972837, -4.024430).
Bajamos y al ver de nuevo el túnel, nos alegramos mucho de no haber intentado pasar por ahí, ya que casi seguro que nos hubiéramos quedado encajados. Siguiendo el paseo de tierra de la derecha, llegamos en pocos minutos a la famosa torre.
En invierno el agua cubre su base, pero en verano queda fuera del agua. Aún así hay una pasarela de madera para acceder a ella. Es una postal bastante curiosa y la torre se puede visitar por dentro, por lo que la visita merece la pena.
Cubierta nuestra necesidad de visitar los sitios Instagrameables, pusimos rumbo al tercero de nuestros checkpoint del día: la Pirámide de los Italianos.
Pese a que el GPS nos hacía retroceder, nosotros seguimos el sentido de la marcha y de esa manera recorrer la carretera perimetral que bordea el Embalse del Ebro.
Nada más comenzar a subir el puerto del Escudo, junto a otro porrón de visitantes, aparcamos la autocaravana en el parking que hay justo enfrente (43.041631, -3.877398).
Situada justo en la frontera de Cantabria con Burgos, en pleno puerto del Escudo, la Pirámide de los Italianos fue construida como homenaje a los 372 soldados italianos por Mussolini para ayudar a Franco en la Guerra Civil Española y que murieron en combate.
En 1971, un autobús con familiares de los soldados caídos, que iban a rendirles homenaje sufrió un accidente en el que murieron todos. Entonces se decidió exhumar los cuerpos y trasladarlos a Zaragoza.
La puerta de acceso al monumento se tapió, pero a día de hoy hay un boquete en la plancha de hormigón y es posible entrar dentro, aunque ya os digo que como casi todo en este país, el interior es un vertedero. Olor a pis, plásticos, colillas, latas…por no hablar de que el exterior está lleno de caca de vaca. Sin más. Eso sí, desde el exterior hay unas preciosas vistas al pantano.
El aparcamiento en el que estábamos estaba muy concurrido y era demasiado ruidoso, por lo que, tras la visita de este último punto, ya habíamos recorrido el Embalse del Ebro al completo, por lo que buscamos un sitio tranquilo para comer y plantear nuestros siguientes movimientos.
Recorrimos el puerto del Escudo y al final paramos a comer en el parking de lo que parecía un hostal abandonado (43.077937, -3.892024). No es que fuera un paraje idílico, pero era tranquilo.
Mientras comíamos fue entrando una intensa niebla con un viento bastante fuerte y poco después se puso a llover bastante fuerte. Era nuestra última noche, ya que al día siguiente debíamos volver a casa y quisimos terminar estas vacaciones con un buen sabor de boca, así que pusimos rumbo a nuestro ya conocido parking junto al barrio de Brañavieja, en la Estación Invernal de Alto Campoo.
Tal y como habíamos previsto, el tiempo arriba no era tan malo como en la parte más baja, además estábamos casi solos, con la única compañía de un coche con una roulot enganchada que ya estaba allí el primer día que llegamos.
El resto de la tarde lo dedicamos a descargar fotos, escribir la crónica del día y disfrutar del espectáculo que es una tormenta en alta montaña.
14 de agosto: Brañavieja – Vitoria (224,7km)
Por la mañana nos levantamos sin prisa, con un espectáculo de nubes y luces que únicamente se puede ver en la alta montaña.
Desayunamos, recogimos y algo perezosos pusimos rumbo a casa, pero en lugar de volver por la autopista, cogimos la ruta turística y hacer del desplazamiento parte del viaje.
Conclusiones
Es curioso como las circunstancias que nos han tocado vivir este año, en otra ocasión nos hubieran dejado sin vacaciones, pero gracias a la autocaravana y a que Irene es una auténtica máquina planificando destinos, hemos conseguido disfrutar de un muy buen verano, pese a haber viajado por uno de los destinos más turísticos de España en plena temporada alta.
Cantabria sufre el tan sonado «mal del turismo» y vayas donde vayas hay gente, pero si sabes afinar puedes descubrir otra Cantabria tan bonita como las zonas más conocidas pero muchísimo menos masificadas.
Sabiendo buscar y alejándonos un poco de las zonas tradicionales turísticas, existe otra Cantabria por descubrir que te dejará un sabor de boca mil veces mejor.
Ya veis que no es obligatorio renunciar a Cantabria para escapar de la masificación, pero os aconsejo respeto y algo de entendimiento, ya que esa otra Cantabria es más de turismo local y estamos invadiendo lo poco que les queda en «La Tierruca» sin hordas de turistas invadiendo y conquistando todo.
Nos ha costado un poco, pero al final de este viaje nos hemos reconciliado con esta tierra que un día nos rompió el corazón, tachándonos de apestados a quienes llevamos una vida disfrutando con respecto y mesura de sus riquezas.
Gastos
- Peajes: 16,6€
- Áreas de pernocta y parkings: 11€
- Gasolina: 268,58€
- Compras varias: 309,55€
- Gas: 17,74€
Belén
Hola! He encontrado el vídeo (que aún no he visto) y me he decidido a entrar en este blog. Acabo de leer toda la ruta y he ido anotando todas las paradas que habéis hecho, pues son geniales para escapadas de fin de semana cerquita de mi casa (vivo en Asturias). Aunque he visitado muchas veces Cantabria, vuestras notas son geniales para escaparme un par de días y hacer alguna ruta o trekking sencillo.
Os seguiré, muchas gracias. Un saludín