Normandía es una región del norte de Francia mundialmente conocida por contar con las playas del famoso desembarco de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial.
Pese a que las playas del famoso Día D, junto a todos los reductos militares que se encuentran salpicados por toda la costa normanda sean el principal atractivo turístico de la región, Normandía es mucho más.
Tal y como pudimos ver en la famosa serie de televisión Vikingos, esa tierra fue colonizada por los noruegos en el S.X. Los nórdicos llegaron a sitiar París a remontando el río Sena. De hecho, sitiaron las ciudades de París y Chartres, poniéndolas en serias dificultades.
En el 911 el rey francés Carlos el Simple, se reunió con los Nortmann (hombre del norte en lengua franca) y firmaron el tratado de Saint-Clair-sur-Epte, en el cual les cedió el ducado de lo que es la actual tierra de Normandía a cambio de proteger la entrada del Sena de invasores extranjeros, nombrando Duque al jefe vikingo Rollon.
La palabra franca Nortmann, que era como se conocía esa tierra en aquella época, se latinizó como Normanni. Después pasó al francés antiguo como Normands y de ahí a la actual Normandía.
A través de este viaje vamos a tratar de conocer esa “otra” Normandía, alejándonos de los reductos de la II Guerra Mundial y el desembarco y buscando vestigios más antiguos, remontándonos a los orígenes vikingos de Normandía.
Os dejamos un vídeo con el resúmen del viaje:
14 de julio: Álava – St. Porchaire (485km)
Hace una semana que teníamos que haber pasado la ITV de nuestra autocaravana, pero como consecuencia de la nueva normativa “sacapastas” de noviembre de 2022, tuvimos que ir al Centro Caravananing Gorbea, donde adquirimos nuestro vehículo para que nos hicieran el papel certificando que la placa y el toldo, elementos que llevan montados unos 13 años y han pasado un montón de ITVs, son correctos.
Suena ridículo que la ITV del vehículo pasó normal y luego, el resto de elementos ni los miraron, por lo que podía haber llevado lo que me hubiera dado la gana que con el papelito que les llevé, les sirvió para hacer su trabajo.
La ITV la pasamos un jueves por la tarde, por lo que en cuanto llegamos a casa nos pusimos a preparar todo lo necesario para el viaje.
La nevera no estuvo todo el tiempo que nos hubiera gustado, por lo que las cosas de frío las dejamos para el último momento, lo que nos retrasó un poco la hora prevista de salida.
No os voy a decir a que hora salimos de casa porque me da hasta vergüenza, pero como tampoco íbamos a ir muy lejos tampoco había excesiva prisa.
A la hora habitual del vermut cruzamos la frontera del país vecino y no abandonamos la red de autopistas hasta llegar a St. Porchaire, nuestro punto intermedio antes de alcanzar la costa normanda.
Pese a ser final de quincena, viernes y una hora malísima para viajar no encontramos mucho tráfico en el sentido de nuestro viaje, así que hicimos el recorrido bastante tranquilos.
Paramos a comer en un área de la autopista y a eso de las 18:30 llegamos a St. Porchaire, pero no sin antes acercarnos al Intermaché que estaba ahí mismo para cargar gasoil más barato que el que puedes encontrar en la autopista.
Con el deposito lleno llegamos al área de autocaravanas gratuita de la población (45º49´14.4”N 0º46´56W/48.82062, -0.782181).
El área tiene suelo de grava, ligeramente inclinada hacia atrás (para desaguar, supongo), sin sombras y con un espacio para unas 6 autocaravanas, aunque justo en frente hay un parking de asfalto con buenos árboles y una zona verde donde había otras tantas autocaravanas aparcadas.
La zona de servicios cuenta con fuente para carga de aguas y descarga de grises y negras.
Una vez echada el ancla nos fuimos a dar una vuelta por la bonita villa florida.
Visitado el puente construido por Napoleón Bonaparte, la muralla, la iglesia románica y el cementerio volvimos a la AC para descargar fotos, escribir la crónica del día, cenar e irnos a la cama pronto, con la intención de hacernos al horario francés.
15 de julio: St. Porchaire – Beauvoir (435km)
La noche en el área de St. Porchaire fue muy tranquila, tanto que se nos pegaron un poco las sábanas.
Nos levantamos, sacamos a la pobre Brandy y cuando nos disponíamos a desayunar, ¡¡DESASTRE FATAL!! nos dimos cuenta de que nos habíamos dejado el café en casa, así que recogimos todo y nos dirigimos al Leclerc de Saintes, que estaba a unos 15 minutos de donde estábamos.
Comprada la cafeína en formato instantáneo y cremoso, desayunamos en el mismo parking del centro comercial y pusimos rumbo a lo que sería nuestra primera parada oficial en esta aventura por Normandía: Beauvoir.
Las previsiones ya habían adelantado que ese día sería lluvioso, pero de lo que no nos habían advertido era de las terribles ráfagas de aire que nos sacudirían durante todo el trayecto.
Casi 4 horas de autopista después por fin pudimos descansar nuestras ruedas en el Área Servicio de Beauvoir (48.5939795, -1,5126680).
Se trata de un área de pago de la red www.camping-car-park.com, por lo que es necesario tener una tarjeta de dicha red para poder hacer uso de este servicio. Si no lo tenéis no os preocupéis, ya que en la entrada hay una máquina dispensadora donde, por 5€, podéis adquirir una.
Hace unos cuantos años y de manera no intencionada, nosotros adquirimos una en un área francesa, pero al ser una época anterior al roaming no teníamos activada y desconocíamos su correcto uso, por lo que al llegar al área la pasamos por el lector de tarjeta y le cargamos mediante tarjeta bancaria de débito los 33€ que íbamos a pagar por pasar dos noches (16,50€/día).
Una vez localizado el sitio perfecto para nosotros y animados por la amenaza de lluvia intensa para el día siguiente, cogimos los bártulos y nos dirigimos a visitar el famoso Mont-Saint-Michel, patrimonio mundial de la UNESCO.
En la parte de atrás del área hay un acceso que te lleva a un carril bici, de uso compartido con peatones y caballos por el cual llegas en cuestión de 45 minutos al monumento.
El viento hizo especialmente desagradable lo que a priori debería haber sido un agradable paseo, pero es lo que hay.
Como ya lo conocíamos de un viaje anterior a Bretaña, no habíamos pensado entrar a la ciudadela y centrarnos en los alrededores, pero al estar la marea alta y hacer un viento tan desagradable, sucumbimos a la marea de gente y nos dejamos arrastrar a las entrañas de la bestia.
Subimos el porrón de escaleras abrumados por una intensa marea humana que se peleaba por conseguir el mejor selfie o encontrar sitio en uno de los innumerables restaurantes que inundan todos los rincones del Monte Santo.
Sin detenernos en ninguno, recorrimos todos los rincones del monumento y volvimos por donde habíamos ido, solo que esta vez, con el viento de cara…madre mía, que desagradable fue ese día.
Una vez llegamos a la autocaravana nos entró la risa floja por nuestro mal karma, ya que en el sitio de al lado se nos había puesto una parejita francesa con lo que parecía su primera camper, es decir, una furgoneta más apañada que camperizada por lo que nos tocó soportar la retaila de portazos cada vez que querían hacer o coger algo de su casita rodante.
Resignados a tener que soportar todo aquello de lo que huimos, cenamos y nos fuimos a dormir.
16 de julio: Beauvoir – Beauvoir (0km)
Sin mucha prisa, pero algo más pronto que los días anteriores nos levantamos, desayunamos y, para nuestra sorpresa, el día de lluvia intensa parece que se retrasaría unas horas, así que nos vestimos, cogimos los chubasqueros y salimos de nuevo hacia el famoso Mont-Saint-Michel, pero con la intención de visitar las marismas que lo rodean y que quedan al descubierto gracias a las grandes mareas.
Antes de llegar al peñasco, nos desviamos a la derecha, siguiendo la característica marca roja y blanca de GR y atravesamos la marisma en dirección a La Rive, un pueblecito ganadero invadido por los visitantes deseosos de conocer el monte en cuestión.
Unas nubes muy negras y un viento algo más fresco que cuando habíamos iniciado nuestro paseo nos sugirió guardar la cámara de fotos, ponernos los chubasqueros e iniciar el camino de vuelta. 5 minutos después, voiolà, un aguacero con mucha y muy mala leche nos atrapó. Menos mal que no duró demasiado y tuvimos la mitad del recorrido de vuelta para secarnos.
Una vez en la autocaravana, colgamos la ropa mojada, nos pegamos una buena ducha, comimos y reposamos nuestros humedecidos huesos hasta bien entrada la tarde.
Por cierto, la parejita de la furgo apañada ya no estaba y habían sido sustituidos por una autocaravana algo viejita, repintada que parecía el camarote de los hermanos Marx. En una capuchina de tamaño más bien contenido viajaban un matrimonio, con sus tres hijos adolescentes y dos perros. El jaleo que montaban para nada cualquier cosa, nos hizo echar de menos a nuestros anteriores vecinos…es lo que tiene convivir en sociedad, ja ja ja…
17 de julio: Beauvoir – Plage du Bec d´Andaine – Jullouville (52km)
De manera inusual nos levantamos pronto y rápidamente nos pusimos en marcha. Arrancamos la AC, pasamos a la zona de carga y descarga donde, repusimos todo lo necesario y dejamos lo que no debía seguir más tiempo con nosotros.
Nuestro objetivo para estos primeros días era costear por la Península del Contentin, por lo que nuestra primera parada en el camino sería la Playa de Bec d´Andaine, lugar al que llegamos en unos 15 minutos.
El parking es de hierba, dispuesto en vaguada y, aunque pasar el día cuesta 4€, las dos primeras horas son gratuitas. También es posible pasar la noche allí, ya que únicamente te cobran de 9am a 19:00pm.
Por si el sitio nos gustaba y daba más de sí de lo que habíamos previsto, dejamos la autocaravana situada en lo que no era una mala zona para pasar la noche.
El principal atractivo de esa playa es que en marea baja puedes llegar andando hasta el Mont-Saint-Michel. De hecho, salen cantidad de grupos con un guía que les lleva varios kilómetros a través de la bahía.
Nosotros nos adentramos un poco por la bahía hasta que nos dimos cuenta de que, una vez dejas la arena del inicio, el suelo es de lodo así que salimos del cenagal lo más dignamente posible y nos dedicamos a pasear por la playa y disfrutar de las preciosas vistas del Mont Saint Michael.
Una vez pasadas las 2h que teníamos gratuitas volvimos al parking, nos limpiamos los pies y pusimos rumbo a lo que sería nuestro segundo y último destino de ese día: el área parking gratuita de Jullouville (48.771485, -1.560115).
Llegar a nuestro destino nos llevó poco más de media hora y, siguiendo las indicaciones de TomTom Camper Go, encontramos el área fácilmente.
El área se trata de un recinto rectangular de hierba, bien nivelado, con espacio para unas 30 autocaravanas, pero sin ningún servicio ni sombra. Como veníamos con todos los depósitos llenos y el químico vacío, nos quedamos.
Una vez elegido el mejor sitio para echar el ancla, hicimos la comida y mientras estábamos deleitando unas deliciosas lentejas con verduras de la mano de Litoral, fuimos conscientes de que teníamos justo detrás una cancha multideporte en la cual todos los chavales de la zona disputaron un largo partido de futbito.
Está claro que siempre nos perseguirá aquello de lo que huimos…jajaja.
Cansados de los pelotazos decidimos iniciar la excursión por lo que es una villa playera francesa.
Una playa kilométrica, con algunos recuerdos de la ocupación alemana, hace las delicias de los amantes de los deportes playeros como son el buggy impulsado por una vela, las piraguas o incluso el paddle Surf.
Ante la prohibición de bajar a los perros a la playa durante los meses de julio y agosto, aunque sí pueden entrar caballos, nos contentamos con recorrer el atestado paseo de derecha a izquierda y viceversa.
Viendo a la gente tumbada en la arena y las parejas sentadas contemplando el paisaje marino, nos dimos cuenta de lo lejos que estamos de ese tipo de turismo contemplativo.
Por el paseo se pueden ver unas villas antiguas muy bonitas y el gran casino. Como hacía bastante calor y nos gusta ver este tipo de casas, nos dedicamos a callejear y disfrutamos mucho tanto de las construcciones como de los bonitos jardines franceses.
Cuando el sol comenzó a bajar iniciamos el camino de vuelta a la autocaravana y terminamos la tarde disfrutando de los pelotazos de los vástagos de la gente apostada en el área.
El punto positivo es que por mucho jaleo que haya en el área, los franceses están programados para apagarse a las 21.00 automáticamente, volviendo a reinar el silencio en la zona.
18 de julio: Jullouville – Plage de Siouville (115km)
Antes de contaros como discurrió el 5º día de nuestra aventura por Normandía debo rectificar un dato erróneo que os di respecto al área. El aforo no es de 30 autocaravanas sino de 31 porque a última hora entró una integral de esas que pone deluxe con muchas estrellas en su lateral y se nos encajó entre nuestros tranquilos vecinos y nosotros, no dejando espacio ni para abrir dignamente la puerta de acceso a su lujoso vehículo.
Supongo que venían tarde, cansados y algo mosqueados, porque no hacían más que discutir y durante la noche nos llegaron a despertar por la tremenda bronca que tenían entre ellos.
Bueno, volviendo a lo que nos atañe, salvo por nuestros pobres nuevos vecinos, la noche fue relativamente tranquila con la salvedad del ruido por el tráfico de la carretera que está allí pegada.
Nos levantamos tranquilamente y para cuando abrimos las cortinas nuestros vecinos ya habían iniciado su marcha, supongo que a devolver la autocaravana al concesionario porque madre mía, que mala leche gastaban.
El objetivo para ese día era costear hasta la playa de Siouville, donde hay un área servicios de pago (49.563362, -1.844774), por lo que pusimos las coordenadas en el GPS e iniciamos la ruta.
Durante el camino pudimos ver varios aparcamientos junto a la infinita playa con alguna que otra autocaravana apostada, por lo que pueden ser buenas opciones para dormir “a lo salvaje”.
La carretera no es todo lo costera que nos hubiera gustado, ya que en ocasiones se aleja un poco de la playa.
Al no ver otro destino que nos llamase especialmente la atención llegamos al área que teníamos marcada en el TomTom Camper Go.
Para entrar debes ponerte frente a la barrera de paso, seguir las instrucciones de la máquina de pago: noches que vas a pasar (1), ocupantes (2), uso de servicios (no), lo que sumó un total de 7,20€ (6€/noche+0,60€/persona).
Hecho el pago con la tarjeta de crédito, se abrió la barrera y nos colocamos justo al fondo, debajo de los pocos árboles del área, eso sí, bien grandotes.
Los servicios se obtienen a través de un poste servicio que se encuentra fuera del área y, previo pago, se puede hacer uso de él.
Si os sirve de algo, el químico se puede vaciar y limpiar sin tener que pagar.
Antes de comer fuimos a dar un paseo por la enorme playa hasta llegar a lo que parecía un mamotreto de hormigón, otra reliquia de la II Guerra Mundial de las muchas que decoran la costa normanda.
En julio y agosto los perros y los caballos están prohibidos de 9 a 19h. pero como no había mucha gente en la playa y la marea estaba baja nos arriesgamos a entrar con Brandy. Los socorristas andaban para arriba y para abajo pero no nos dijeron nada, así que dimos el paseo más tranquilos.
A la vuelta paramos en los baños públicos que están a unos 100 metros del área para llenar el agua de Brandy y nuestra botella, porque si hay algo que escasea por las playas de Normandía son las fuentes.
Volvimos a la AC, comimos y a eso de las 18:00 salimos a visitar el pueblo original, que se encuentra antes de bajar a la playa. Vimos la iglesia, el cementerio, algunas casas con unas vistas envidiables. Volvimos hacia la playa y vimos una callejuela a la izquierda marcada como GR223, el sendero del litoral. Nuestro espíritu curiosón nos empujó a seguir el sinuoso camino que acabó siendo un precioso paseo costero que llega hasta el puerto del pueblo anterior.
El día lo terminamos sentados en la playa despidiendo a Lorenzo mientras nos abandonaba por el horizonte.
A la vuelta, cena, relax y a la piltra…esta vez bien tranquilos…jajaja.
19 de julio: Plage de Siouville – Faro de Goury – Faro de Gatteville – Barfleur (93km)
Gracias a que la noche en el área de Siouville fue muy tranquila y apacible, nos levantamos bien tranquilos y descansados. Desayunamos, nos vestimos y, antes de abandonar ese sitio, fuimos a dar un último paseo por la playa para que Brandy pudiera correr y disfrutar un poco.
De vuelta en la autocaravana, arrancamos nos posicionamos frente a la barrera y, tras introducir el código que aparecía en el ticket de entrada, pudimos salir. Al realizar esta maniobra vimos que con el ticket puedes entrar y salir del área siempre que lo necesites, sin tener que volver a pagar siempre que te encuentres dentro del rango por el que has pagado anteriormente. También te permite alargar tu estancia sin tener que mover la autocaravana. Únicamente introduciendo el código que te da al entrar y añadiendo un nuevo pago sobre el código que te da al principio puedes estar los días que necesites.
No es que anduviéramos faltos de agua, pero decidimos reponer antes de seguir con nuestro viaje, por lo que colocamos la autocaravana junto al poste servicios y, de nuevo en la máquina de la entrada, seguimos el cuestionario correspondiente para activar el servicio: comprar agua y electricidad: si, desea enchufarse: no y tras pagar 3€ por la carga de agua, volvimos a la autocaravana, introdujimos el código que aparecía en el nuevo ticket, al finalizar indicamos el número del surtidor en el que estábamos y llenamos el depósito.
Mientras tanto aprovechamos para vaciar el químico y, cuando el deposito de agua comenzó a rebosar traté de retirar la manguera, pero me quedé con la mitad en la mano, poniendo todo de agua perdido. Bueno, voy a aclarar mejor esto que acabo de contar. El surtidor de agua dispone de un conector rápido hembra, por lo que, para unir nuestra manguera, también hembra, tuvimos que poner un conector doble macho entre ambas uniones. Al tener más fuerza el agarre metálico del poste que el de plástico de la pobre manguera, se soltó el segundo, manteniéndose el doble macho en la boca metálica, echando agua sin parar.
El agua salía con tanta presión, que me fue imposible volver a conectar la manguera y claro, todo esto con el agravante de que había una familia alemana recargando al lado nuestro alucinando con el cristo que estaba montando.
El hombre estaba un tanto acojo…asustado, porque tenía el mismo sistema de manguera que nosotros así que no se atrevía a quitar el suyo por si le pasaba lo mismo que a nosotros…pero finalmente se armó de valor y con una técnica muchísimo más profesional que la mía, pudo retirar su manguera.
Yo tenía dos opciones; o esperaba a que se acabaran los 10 minutos que duraba el agua o trataba de sacar el conector macho. No me preguntéis como lo hice, pero la suerte se puso de mi lado y conseguí sacar el cacharrito del infierno, parando aquel sin Dios.
La familia alemana hizo unas buenas risas y, porque no reconocerlo, nosotros también. La vida hay que tomársela con buen humor.
Con todo cargado y algo más mojados que cuando comenzó el día, pusimos rumbo a lo que sería nuestra primera parada de la jornada, el Faro de Goury, al que llegamos en 30 kilómetros.
Durante el camino, siguiendo las recomendaciones de otros viajeros, desactivamos la opción de los móviles de conectarse automáticamente a la operadora de telefonía ya que, al estar frente a la inglesa Isla de Jersey, tienden a conectarse con la operadora de la isla y, al no ser ya parte de la Unión Europea, el coste por el uso de datos se dispara. Por ello poned los móviles en modo manual y seleccionar cualquiera de las compañías francesas que os detecte.
Después de este pequeño inciso, continuamos con el relato del viaje.
Poco antes de llegar al faro hay una señal que obliga a las autocaravanas a aparcar a la izquierda y así lo hicimos.
El parking no es para echar cohetes, pero es de hierba, relativamente bien nivelado y sin prohibiciones de pernocta, así que os dejo las coordenadas: 49.714201, -1.934908.
En pocos minutos bajamos hasta el faro, dimos una vuelta por los alrededores y al final nos animamos a recorrer los 3 kilómetros que hay por el GR223 hasta el radiofaro o Semaphore de la Hague.
El sendero es fácil e interesante, por lo que el paseo merece la pena. Paramos en un búnker de la guerra, vimos el Sémaphore y nos sentamos un rato en un banco situado en un punto fotográfico: el Pointe des Groins.
La vuelta al parking la hicimos por la carretera y así de paso visitar el pueblo que anteriormente habíamos atravesado con la autocaravana: Saint Germain-des-Vaux y Auderville.
Comimos y pusimos rumbo al segundo faro que teníamos en la agenda el Faro de Gatteville.
Habíamos puesto en el GPS las coordenadas del aparcamiento que hay frente al faro, pero antes de llegar vimos una señal de aparcamiento obligatorio para vehículos, así que allí nos quedamos, en un parking a 15 minutos andando de nuestro destino (49.691504, -1.276241).
En pocos minutos llegamos a lo que habíamos ido a ver y nos sorprendió la cantidad de coches y autocaravanas apostadas en un aparcamiento en el que supuestamente no deberían estar. No hay quien entienda a estos franceses.
Vimos el enorme faro, dimos un pequeño paseo por los alrededores y volvimos al vehículo para poner rumbo a lo que sería nuestro lugar de pernocta ese día, el parking del área deportiva de Barfleur (49.670279, -1.269837).
El sitio no estaba lejos del último faro, por lo que en cuestión de 10 minutos ya estábamos apostados en nuestro destino. El parking es de asfalto, bien nivelado, con zonas verdes, junto a un campo de futbol al lado de una zona residencial. Nos sorprendió que en un sitio tan bueno como ese, salvo una camper que estaba allí aparcada, éramos los únicos usuarios del sitio.
No hacíamos más que ver autocaravanas pasar en dirección al pueblo y, pese a ser ya algo tardecito (entiéndase en horario francés), ninguna se quedaba donde estábamos nosotros, por lo que miramos en google-maps a ver si había alguna otra opción que desconocíamos. Vimos una imagen de un aparcamiento frente al mar con lo que parecían muchas autocaravanas, pero cuando lo buscamos en la aplicación Parking4night no aparecía nada.
Nos debatimos un rato si abandonar nuestro sitio tranquilo por una posible postalita de Instagram, pero al final la razón nos hizo decantarnos por quedarnos donde estábamos ya que valoramos más un sitio tranquilo y apartado que una vista bonita atestada de gente dando guerra. Además, salvo una buena ducha antes de cenar, poco más nos quedaba por hacer ese día ya.
20 de julio: Barfleur – Bayeux (97km)
La noche fue muy tranquila y apacible y salvo por otra autocaravana que vino a última hora al parking donde dormimos nosotros, no hay ninguna otra anécdota que añadir.
Desayunamos, nos pusimos guapos y salimos a visitar la bonita villa marinera de Barfleur, clasificada como uno de los pueblos más bellos de Francia y ocupada años atrás por los vikingos.
Bajamos por la calle principal hasta el puerto, paseamos por el malecón y nos acercamos a curiosear hasta el punto donde sospechábamos que habían ido todas las autocaravanas que no pararon el día anterior en el área deportiva y voiolá, ahí estaban todas, aparcadas en paralelo en un parking de tierra frente al mar. La pena es que el malecón era tan alto que no dejaba ver el mar.
In situ sacamos una foto e intentamos subir la zona a la aplicación de Parking4Night y ahí es cuando nos dimos cuenta de la razón de que no existiera dicha área. Detrás del aparcamiento donde estaban apostadas las autocaravanas hay un parking de hierba con una barrera de altura y al intentar añadir el área parking, daba error diciendo que el dueño de la parcela había señalado el sitio como de aparcamiento prohibido para campers y autocaravanas.
Intentamos añadirlo varias veces, pero el localizador GPS no es capaz de separar la el aparcamiento de coches del de autocaravanas, así que nos fue imposible. De todas maneras, aquí os dejamos las coordenadas: 49.673636, -1.264083.
Recorrimos las bellas callejuelas admirando las casas antiguas de granito y el buen gusto de los franceses al decorar sus fachadas y jardines. Seguimos bordeando todo el puerto hasta el faro de Cracko desde donde hay una bonita postal de Barfleur y su iglesia del siglo XVII.
Después de no dejar ni una sola calle de Barfleur sin patear volvimos a la autocaravana para poner rumbo a Bayeux, en la región de Calvados, una villa medieval algo más grande pero que todo el mundo recomienda visitar. Es una de las pocas ciudades que no resultó afectada por los bombardeos de 1944.
Por el camino vimos las salidas a las famosas playas del desembarco de Normandía, concretamente Omaha Beach y Utah Beach. Nosotros no paramos porque, tal y como os hemos comentado en la introducción de este artículo, junto a los cementerios alemán y americano y otro montón de reductos de la II Guerra Mundial, ya las visitamos en el viaje anterior por Bretaña y Normandía, pero si es tu primera vez por la zona, te animo a que te desvíes las visites.
Alcanzado nuestro destino, aparcamos en el Área Parking de Bayeux (49.276146, -0.712887). Se trata de un aparcamiento de asfalto en batería, con plazas lo bastante amplias como para acomodar a nuestros vehículos en una zona bastante tranquila.
El aparcamiento es gratuito hasta las 18:30 y si quieres pernoctar allí deberás acercarte a la máquina de pago que hay al final, junto a los contenedores de basura y abonar 5,50€.
Comimos y, como era tardecito y queríamos ver la ciudad sin prisa, pagamos los 5,50€ de la pernocta. Pusimos el ticket bien visible en el parabrisas, nos pusimos guapos y salimos a hacer un poco de turismo cultural por las calles empredradas de la villa.
Vimos la preciosa y enorme catedral románica y gótica de Nuestra Señora (S. XI) y seguimos los puntos indicados en el plano del Tour turístico sugerido por su casco antiguo.
Esta villa alberga el famoso tapiz de Bayeux en el espacio del Centro Guillermo el Conquistador, con una medida de 70 metros de longitud que narra la conquista de Inglaterra por Guillermo, duque de Normandía. Nosotros no lo vimos ya que con Brandy estamos limitados y no nos gusta tener que dejarla mucho tiempo en la autocaravana.
Antes de volver a la autocaravana no nos pudimos resistir y pecamos entrando en “À La Reine Mathilde”, una pastelería fundada en 1898 con un escaparate del cual es imposible escapar.
Una vez en la autocaravana y con el chándal puesto valoramos la visita a la ciudad como positiva, pero que realmente nos resultan más cómodos los pueblos pequeños y los entornos naturales.
Para despedir el día una cena autocaravanera con un postre de lujo.
21 de julio: Bayeux – Beuvron-en-Auge (61km)
La noche en el área de Bayeux, pese a estar en una ciudad grandecita, fue muy tranquila así que también pudimos descansar bien. Después de desayunar, recogimos y pusimos rumbo a la que está catalogada como una de las poblaciones más bonitas de Francia: Beuvron-en-Auge, también en la región de Calvados.
Además de ser uno de los pueblos que más se recomienda visitar, cuenta con un área servicios bastante resultona (49.186116, -0.049551). Dispone de dos modalidades de aparcamiento, uno de grava y otro de hierba con bastantes árboles, así que puedes elegir la que mejor se adapte a tu estilo.
Nosotros nos decantamos por la del piso de hierba y nos apostamos debajo de unos enormes árboles, que nos garantizaron la sombra durante toda nuestra estancia.
A la derecha de la entrada, junto a lo que parece una casa estación, está el poste servicios que funciona mediante un Jeton o moneda troquelada, la cual te la dan tras abonar los 10€ por pernoctar en la tienda de cerámicas situada a 300 metros en la plaza de los artesanos. Si únicamente quieres la moneda, el coste es de 4€.
Para descarga de grises y el químico no hace falta pagar, ya que funcionan igual eso si, el agua del wc pone que no es potable.
Nos acercamos hasta donde estaba el ceramista, pagamos los 10€ y pusimos el papelito de que habíamos pagado el parking bien visible en el parabrisas y, cámara en mano, salimos visitar Beuvron-en-Auge.
La población es super chula, de hecho, da la sensación de estar en un escenario de una película. Según leímos en un panel, sufrieron un terrible incendio a principios del SXX y lo han restaurado hasta el punto de haber obtenido un premio por la calidad y fidelidad a la construcción original. Figura entre los pueblos más bellos de Francia y fue un antiguo feudo de la familia de Harcourt.
Todo son casas solariegas de estilo normando tradicional, con sus entramados de vigas vistas y paredes que desafían a la gravedad, apuntando cada una de ellas en distintas direcciones.
La plaza central es todo un espectáculo, con un mercado antiguo y rodeada de casas de entramado de madera decoradas con preciosas flores.
El pueblo se ve bastante rápido y en un par de horitas ya no había rincón que no hubiéramos inspeccionado, así que nos retiramos a la autocaravana a comer y disfrutar del relax lo que quedaba de día.
Siendo viernes y teniendo en cuenta que las zonas que íbamos a visitar a continuación eran muy turísticas, tuvimos que rehacer el plan de ataque y variamos ligeramente el tour por Normandía.
22 de julio: Bayeux – Marais-Vernier – Pont-Audemer – Le Bec-Hellouin (93km)
Después de otra noche bien tranquila, nos levantamos, desayunamos y después de dar un paseo a Brandy, nos acercamos al poste servicios para reponer suministros.
Íbamos a meter el jeton en la máquina cuando un autocaravanista español nos comentó que mejor usáramos la manguera, ya que a veces falla el mecanismo de la máquina y que por eso habían puesto esa manguera a una toma de agua de una casa que hay justo al lado. Total, que hicimos toda la operación sin usar la monedita famosa, así que la guardamos junto a otra que tenemos de una vez anterior.
Era sábado, así que tocó hacer la ruta de los pueblos típicos normandos apostados a los alrededores del Sena.
Primeramente, fuimos a Marais-Vernier, una población muy pequeñita con bastantes casas del estilo típico normando con tejado de paja y situada junto al río Sena.
El parking de Marais Vernier es pequeñito y comparten espacio autocaravanas, coches y campers. Hay una pequeña zona con hierba y sombra, pero el resto es de tierra y totalmente desprotegido (49.418838, 0.456865).
Cuando llegamos había tres autocaravanas y una furgo que tenían pinta de haber pasado allí la noche. De hecho, no hay ninguna señal de restricción.
Una vez aparcados, salimos a ver el bonito pueblo. La verdad es que es tan pequeño como bonito y pese a que dimos el tour largo, en menos de una hora lo teníamos visto, así que arrancamos y fuimos a por el segundo objetivo del día: Pont-Audemer.
Pont-Audemer ya es harina de otro costal. Se trata de una pequeña ciudad con un casco histórico que merece la pena visitarlo, así que dejamos la autocaravana en el parking indicado por la app Parking4night (49.355293, 0.50002).
La zona es de asfalto, con aparcamientos amplios en batería con el río a tus espaldas y la zona escolar al frente.
Bien aparcados, cogimos la cámara de fotos y salimos a ver la denominada “Venecia Normanda”.
Pont-Audemer está protegida por dos brazos del río Risle, los cuales están canalizados, lo que le da ese título. Numerosos cursos de agua surcan el pintorecto centro histórico y añaden encanto a la ciudad y a sus numerosas construcciones con entramado de madera.
El casco viejo es precioso, con cantidad de casas de estilo normando, muchísimo ambiente de restaurantes y una enorme catedral encajada en medio de todo.
Los canales le dan un toque romántico a todo el conjunto, pero compararla con Venecia, nos pareció un tanto exagerado.
A la vuelta paramos en un SuperU que hay muy cerca de donde dejamos la autocaravana y aprovechamos para comprar algo de vicio francés y unas pizzas frescas con una pintaza de escándalo.
A falta de horno de verdad, hicimos las pizzas en uno que tenemos improvisado con una cazuela grande con una tapa de cristal con un agujerito.
Al delicioso menú le añadimos una sidra dulce normanda que nos quedaba…y sinceramente, poco más se necesita para disfrutar de una comida de lujo.
En un principio íbamos a pernoctar allí pero como era pronto y el ánimo estaba alto, decidimos avanzar un poco en nuestro viaje y fuimos por un tercer objetivo: Le Bec-Hellouin.
Cuando llegamos, teníamos las coordenadas de un aparcamiento donde habían estacionado otros compañeros autocaravanistas, pero ahora hay una señal que prohíbe autocaravanas allí y te envía al aparcamiento que está junto a la vía verde (49.229628, 0.715287).
El parking no es muy grande, comparte espacio con autobuses y coches, pero está muy bien. Es de asfalto, bien nivelado, junto a la vía verde y hay una zona de juegos infantil con mesas de picnic y WC.
A la izquierda hay otro aparcamiento sin asfaltar pero con una disposición más complicada, de manera que dos autocaravanas ocupan todo espacio útil.
Al ser el sitio elegido para pasar la noche no nos anduvimos con reparos y, viendo que nadie respetaba realmente mucho las plazas, aparcamos en una de las tres plazas destinadas para los autobuses.
Sin un contexto puede parecer un tanto borde por nuestra parte, por lo que procedo a aclarar la situación. Los escasos aparcamientos son muy pequeños, por lo que de una autocaravana sobresale la cabina entera, además, para estar un poco holgados, se debe pisar la línea del otro aparcamiento, lo que hace que uno de cada tres deba aparcar entre dos plazas. Además, en dos de los tres sitios reservados para autobuses había coches, así que tampoco era muy descabellado ocupar uno de esos sitios con una autocaravana.
De todas maneras, no habían ningún autobús y por la mañana teníamos intención de no salir tarde, así que, de darse la situación no estorbaríamos a nadie.
Al intentar añadir ese sitio de pernocta en la aplicación Parking4Night nos ocurrió lo mismo que en Barfleur. Alguien había puesto que no se podía pernoctar en el parking anterior y la app no diferenciaba un sitio de otro, así que no nos fue posible introducir esa localización. De todas formas, ya tenéis las coordenadas (49.229628, 0.715287).
Dado por bueno el sitio elegido para pasar la noche, salimos a visitar ese bonito pueblo normando. No es que sea muy grande, pero da más de sí que la de Marais-Vernier.
Bel-Hellouin, en el departamento de Eure, es otro de los pueblos clasificados como más bellos de Francia, con sus casas de entramado de madera y sus calles floridas. Estos franceses qué buen gusto tienen…Alberga la bonita abadía de Notre-Dame, con una torre descomunal que capta la atención del visitante y que ahora es hogar de una comunidad de monjes benedictinos.
Casi todas las casas son de estilo normando tradicional, tan bien puestas y restauradas que visitar Le Bec-Hellouin es todo un placer.
Haciendo balance de las tres poblaciones visitadas en ese día, la que menos merece la pena por su tamaño es Marais Vernier. Además, la zona de pernocta no es para echar cohetes. Pont Audemer tiene una buena zona para echar el ancla y el casco histórico merece mucho la pena. Pero si debéis elegir únicamente uno para ver, en nuestra humilde opinión, Le Bec Hellouin es el pueblo que más merece la pena. No es grande, por lo que se ve relativamente rápido, hay zonas de restauración y, además de las casas típicas, tiene una abadía que hay que visitar.
23 de julio: Le Bec-Hellouin – Honfleur (52km)
La noche en Le Bec-Hellouin, al igual que las anteriores y pese a tener la carretera de salida del pueblo ahí mismo, fue tranquila, bueno hasta las 7am, hora en la que se activan las melódicas campanas del monasterio. También os digo que efectivas no es que sean demasiado, ya que nos dejamos caer un par de horas más en brazos de Morfeo.
Siendo sinceros, no nos dimos demasiada prisa ya que las previsiones meteorológicas no eran muy alagüeñas y nuestro siguiente destino era la turística población de Honfleur, que no estaba lejos y para poder coger buen sitio es necesario dar tiempo a que los franceses abandonen sus aparcamientos y se muevan a su siguiente destino, lo que hace de las 11am una buena hora para llegar.
Llegamos a Honfleur a las coordenadas que teníamos apuntadas de otros viajeros, pero resulta que nos encontramos con un parking de pago que prohibía el estacionamiento a las autocaravanas. De hecho, salvo el área de autocaravanas de Honfleur, todo el pueblo es una prohibición gigante lo que hace complicado poder parar para visitarla. Atravesamos el pueblo hasta el camping de las afueras y vimos en un arcén unas mesas de picnic con espacio para campers y autocaravanas, pero estaba muy embarrado y verdaderamente lejos del pueblo, así que no nos pareció buena opción.
Volvimos por donde habíamos venido ya que en la entrada del pueblo había un Lidl pero, ¡oh, sorpresa!, en el parking estaba prohibido el estacionamiento de autocaravanas.
Nos dirigimos a la parte trasera del Lidl en lo que parecía una pequeña zona industrial y, de pura chiripa, encontramos un aparcamiento con otras tres autocaravanas en una zona libre de toda restricción y cobro (49.416213, 0.245807).
La zona no es que fuera muy bonita que digamos, pero estaba nivelada, suelo de grava y era lo que necesitábamos en ese momento, ya que únicamente queríamos visitar Honfleur y seguir con nuestro camino, así que ahí echamos el ancla.
Nos cambiamos, pusimos la nevera en gas, colocamos los parasoles y en cuanto abrimos la puerta de la autocaravana se puso a jarrear.
El aguacero pasó en pocos minutos, pero las previsiones es que esa iba a ser la tónica del día, por lo que añadimos chubasqueros y paraguas a nuestro kit turístico.
En cuestión de 10 minutos llegamos al centro de Honfleur, una preciosa villa marinera con una clara influencia artística y situada en el estuario del Sena. Paseamos por el «Vieux Bassin», el pequeño puerto normando y admiramos las casas estrechas cubiertas de pizarra que lo rodean, declaradas Monumentos históricos. En el mismo lugar se encuentra la Comandancia, edificio fortificado, donde residía el lugarteniente del rey en el S. XVI.
Pese al mal tiempo, el ambiente era tremendo. Restaurantes llenos, tiendas y puestos a rebosar de gente, calles llenas de gente con cámara en mano…y no me extraña, ya que Honfleur nos sorprendió mucho y para bien.
Pese a que de vez en cuando nos caía un aguacero, el sol no tardaba en volver a salir hasta que en una de esas comenzó a llover…y no paró.
Nos refugiamos en el porche de lo que parecía una antigua iglesia de estilo vikingo, la iglesia de Sainte-Catherine (siglos XV y XVI), toda ella construida con la madera del bosque vecino. Se puede visitar su precioso interior. En el momento que la lluvia aflojó un poco, nos armamos de valor y emprendimos el viaje de vuelta a la autocaravana.
En cuanto abandonamos nuestro refugio el sirimiri cerrado se intensificó de nuevo, pero no hacía frío así que seguimos hasta llegar a nuestro vehículo, eso si, calados hasta los huesos.
Nos secamos y viendo que el tiempo no daría tregua en los próximos dos días, dejamos ese aparcamiento y nos dirigimos al área de autocaravanas que no estaba lejos (49.419569, 0.241921).
Son 14€/día, pero el sitio está bien nivelado, con suelo de grava, vistas al Sena y dispone de electricidad.
Al llegar, cogimos el ticket que te da la máquina junto a la barrera y nos apostamos en lo que nos pareció una buena plaza.
Después de enchufarnos y recoger el mogollón de ropa empapada, comimos y el resto de la tarde la pasamos viendo un maratón de una serie que teníamos algo atrasada.
Entre aguacero y aguacero sacamos a pasear a la pobre Brandy y vimos que un poco más adelante hay una zona de aparcamiento para autocaravanas (49.418734, 0.243668) cuyo coste es de 6€/día. No pertenece al área ni tiene servicios, pero había bastantes autocaravanas y una de ellas le había echado algo de geta y se había enchufado una manguera a uno de los postes de luz del área. ¡Vaya cara!
24 de julio: Honfleur – Honfleur (0km)
Por la noche siguió lloviendo sin parar, pero la mañana fue algo más benévola. Con algo de sol asomando entre los negros nubarrones, las previsiones de lluvia eran menores tanto en frecuencia como en cantidad de agua que echaría, así que volvimos para terminar de visitar lo que no pudimos ver el día anterior.
Si Honfleur es bonita lloviendo, con buen tiempo lo es todavía más. No dejamos ni un solo cantón sin visitar y cuando terminamos con la zona urbana, dimos un paseo por el muelle junto al estuario del SEna hasta llegar al final, donde hay una playa.
Con el día más claro que el anterior nos dimos cuenta de que hay una buena vista del famoso puente de Normandía, una enorme obra civil en la que han unido las dos riveras del Sena, ahorrando mucho tiempo al tráfico.
De vuelta nos metimos por el bonito jardín municipal que hay junto al paseo y con los pies cansados, pero el corazón lleno, a la autocaravana a comer.
Por la tarde, un último paseo y de vuelta a la autocaravana para poder ducharnos y así salir cargados de agua la mañana siguiente.
25 de julio: Honfleur – Étretat (44km)
Durante la noche llovió algo, pero la mañana salió decente, por lo que recogimos nuestro bártulos, paramos en la zona de carga y descarga para dejar los depósitos listos, pagamos los 24€ en la máquina e iniciamos la marcha hacia nuestro siguiente destino, los acantilados de Étretat, en la costa de Alabastro.
Quitamos en el TomTom Go Camper la opción de “evitar autopistas de peaje” para pasar de manera intencionada por el famoso “Puente de Normandía”. Son 6,30€ cruzarlo, pero además de pisar una obra de ingeniería relevante, ahorras mucho tiempo y kilómetros.
Sobre las 10:40am llegamos al área de servicios de Étretat (49.700240, 0.216030) y después de que el escáner de la entrada leyera nuestra matrícula, accedimos a ella.
Se trata de un anexo al camping municipal, el suelo está nivelado, con baldosas de hormigón de las que deja crecer la hierba entre ellas pero sin separación entre plazas, lo que crea cierto nivel de conflicto, ya que cada uno aparca un poco como le da la gana.
Nos encajamos entre dos autocaravanas aparcadas “regular” y salimos a hacer un poco de turismo.
El pueblo está a tomar por c… algo lejos, por una acera demasiado estrecha para la gran afluencia de gente que hay por allí.
Atravesamos la calle principal, donde se puede disfrutar de algunas casas antiguas interesantes y por fin llegamos a la ansiada playa.
La costa está balizada por unos enormes acantilados de color blanco y sobre cuyos salientes, la madre naturaleza ha moldeado unos caprichosos arcos, son los acantilados de Amont, Aval y l’Aiguille (la aguja). Han inspirado a muchos pintores, como Monet, pero también a escritores como Guy de Maupassant, André Gide o Maurice Leblanc, que situó en l’Aiguille la guarida de Arsène Lupin.
La playa es de canto rodado y por que pudimos leer en los carteles informativos, son de sílice, una de las principales fuentes de ingreso de la villa en el pasado y está protegido, por lo que se pide que no se coja.
Los perros también están prohibidos, bueno, prohibidísimos, ya que no pueden acceder a la playa a ninguna hora del día, lo que únicamente nos dejó el paseo para llegar al sendero que sube a los acantilados.
Mirando al mar, tienes a la derecha un sendero que llega a una antigua capilla de aire vikingo, Notre-Dame de la Garde, que nos recordó a la ermita de San Donato, en Sierra Andía. A la izquierda se accede al sendero que accede a los arcos de piedra que recuerdan mucho a la playa de las catedrales (Galicia). Ambas partes pertenecen al GR21 o Sendero del litoral de Normandía.
Después de analizar la posición del sol y cual de las dos partes sería más fotogénica a esa hora del día, nos decantamos por la de los arcos, así que nos unimos a la marea de gente de que enfrentaba a una subida un tanto pesadumbrosa por unas escaleras estrechas y verticales, las cuales dan paso a una subida no tan fuerte, pero por sendero. Es relativamente fácil pero en cuesta, así que hay que tomárselo con calma.
El premio a tanto esfuerzo son unas vistas espectaculares de la villa de Étretat y los acantilados que rodean esta parte de la costa normanda.
Sacamos fotos, hicimos cola para poder pasar a algunos sitios y ruteamos por el sendero con intención de llegar a un faro que se veía al fondo, pero había tanto barro, charcos y gente con calzado inadecuado, que era complicadísimo seguir sin acabar dando el espectáculo, por lo que a medio camino nos dimos la vuelta.
Una vez en la autocaravana tuvimos la suerte de comprobar que una vez más se hacía realidad eso de que nos persigue todo de lo que huimos, ya que nos tocó una familia italiana muy emocional y gritona. Parecía que estuviésemos viendo una interpretación representando un tópico. Gritos, broncas, drama…mucho drama. Ah, no os hemos dicho que tenían un hijo adolescente.
Lo más sorprendente es que después de montar semejante cirio, arrancaron y se fueron. Supongo que, al igual que aquella familia francesa de hace unos días, a ver si les devolvían el dinero por la autocaravana recién comprada.
No se había enfriado la plaza que habían abandonado y se encajaron unos franceses con el premio de la patria a la natalidad.
Agotados por tanta representación social, cogimos los bártulos y nos volvimos a la playa para ver los acantilados al atardecer.
Subimos a la capilla por otro sendero empinado con algunos escalones pero al llegar arriba vimos que estaba de obras rodeada de andamios, una pena. Lo que abajo era una brisa, arriba era un vendaval en toda regla, pero con unas vistas brutales al pueblo y los acantilados. Paseamos por la zona, curioseamos por el museo que hay a los aviadores Nungesser y Coli, quienes atravesaron el Atlántico en 1927.
Después de bajar de esa parte de los acantilados, nos animamos y volvimos a subir a la parte que habíamos visto por la mañana y así disfrutar de las mismas vistas, pero con una luz mucho más entrañable y menos gente.
Finalmente nos sentamos frente al mar, en los bancos de piedra del paseo, viendo al sol meterse por el horizonte con intención de despedir el día de una manera romántica y entrañable hasta que llegó un patinador haciendo trucos sobre los asientos, unos niños haciendo equilibrios, otro tío con edad de estar haciendo algo más de utilidad que la de dar por saco con el reggetón…¿me ahorro la frase, verdad?
De camino al área, vimos que el camping municipal había colgado el cartel de completo, en el área ya no había ni un solo hueco de hecho, se habían llenado zonas a las que era imposible acceder y de nuevo volvíamos a tener unos vecinos italianos al lado.
Nos sorprendió tanto ir y venir de autocaravanas, sobre todo porque son 13€ el día y no ponía como que te cobraran por horas.
Respecto Étretat decir que es un sitio bonito, con unos acantilados y una arquitectura que merecen la pena verlos pero que está realmente complicado hacerlo en autocaravana. Los carteles de “interdit campingcar” o “prohibidas autocaravanas” están colocados por todos los rincones, dejando como única opción el área (13€/día) o el camping (8€ AC+6,5 persona+7,5 electricidad). No todo el mundo que va a ver un sitio quiere quedarse y, habiendo un parking de hierba (bueno, y barro…mucho barro) enorme ahí mismo, limitarlo con una barrera en altura nos parece un despropósito. Cerca del aparcamiento de autobuses vimos un par de autocaravanas aparcadas en los sitios para coches, que pagas de 9am a 19pm con una estancia máxima permitida de 5h, que es una opción, pero los sitios son pequeños y estrechos, lo que no es muy práctico para la funcionalidad circulatoria de la villa.
Respecto al área, que os vamos a contar, 13€ por un sitio sin delimitar, que te hacinan como sardinas en lata y que los servicios se pagan a parte nos pareció un tanto abusivo. El agua son 4€ y hay dos postes servicio, uno dentro del área y otro fuera. Una vez pagas, se activa el agua potable y la del wc 10 minutos. La luz creo que ponía que tenía una duración de 8h, pero vaya gracia te hace porque la única opción de enchufarse se encuentra a la entrada de un área rectangular, por lo que no hay mucha opción de acceder a ella, al menos es lo suficientemente complicada como para no anunciar “área con electricidad”.
Luego, el camping está al lado y hay una puerta que da a los servicios y fregaderos, pero con un cartel bien claro, en todos los idiomas en el que te indican que los usuarios del área no pueden utilizar ese servicio del camping.
Para colmo, al no ser un área delimitada hay algunos que aparcan de tal manera que hacen complicado maniobrar incluso para salir, como unos que aparcaron un autobús en el paso de giro para salir del área, dejando una terracita detrás para hacer un chillout compartido con la otra autocaravana amiga con la que viajaban.
Resignados y tratando de auto convencernos de que los acantilados merecían todo eso, nos fuimos a planchar la oreja.
26 de julio: Étretat – Veules-les-Roses (64km)
Pese al jaleo y la cantidad de gente de la atestada área, la noche fue tranquila. Al igual que en otras áreas, sobre las 8:30am el panadero entró a todo pitar para surtir de baguettes a todos los que estábamos allí durmiendo.
Desayunamos, recogimos, pagamos los 13€ y dimos hasta un soplido de alivio tras abandonar ese enjambre autocaravanero.
Teníamos pensado parar a visitar la ciudad portuaria de Fécamp, pero ya habíamos tenido multitud de gente para una temporada, así que lo vimos según lo atravesábamos.
Antes de llegar Veules-les-Roses paramos en un Leclerc bastante grande que encontramos por el camino (49.857628, 0.692530). Cargamos la despensa, echamos gasoil y lo fichamos para el día siguiente ya que dispone de zona de carga y descarga de autocaravanas.
Con la nevera llena de caprichos muy poco sanos llegamos a Veules-les-Roses, otra villa no muy amiga de las autocaravanas y considerada como uno de los pueblos más bellos de Normandía. El parking que teníamos marcado estaba delimitado con una barrera en altura y, aunque tal vez podríamos habernos encajado en el parking de la crepería contiguo a el, hicimos alarde de respeto y fuimos a un aparcamiento de autobuses lejano en el cual no hay mayor problema que el de estar a tomar por cu…lejos, leeejos de la playa (20 minutos andando).
El aparcamiento es de grava y está ligeramente inclinado, por lo que es más recomendable aparcar en la parte de abajo. En la parte de arriba hay una zona verde, con una mesa de picnic, pero está bastante inclinada. Además, había un par de autobuses, por lo que tampoco quisimos dejar la auto allí. No vimos ningún cartel de prohibición para autocaravanas.
Pese a que estaba lejos y con la salvedad de los dos autobuses, no había nadie y el sitio estaba muy tranquilo, algo que necesitábamos después de tanta humanidad, así que echamos el ancla.
Nos preparábamos para comer y…como no, subió la brigada de mantenimiento del ayuntamiento y se pusieron a segar, desbrozar y toda la parafernalia necesaria para el mantenimiento del verde.
Esto lo contamos para que veáis que lo nuestro no es quejarnos por quejarnos ni que somos unos exagerados. En todos los sitios que en los que hemos estado, estos mantenimientos los hacen a las 7am, sobre todo si estás durmiendo al lado por lo que las 15:00 era una hora un tanto extraña, salvo que el karma se estuviera riendo de nosotros.
Finalmente, los entregados jardineros no estuvieron mucho tiempo y terminaron su faena poco después de que hubiésemos terminado de comer. Para entonces ya habíamos dado por perdida la sobre mesa y estábamos listos para salir a conocer esa bonita villa costera.
El parking no se puede decir que esté cerca de la playa, pero el camino se hace bastante fácil y llegamos en unos 15 minutos.
El pueblo es una villa turística popular de la costa Caux con grandes hoteles, casino y casas con encanto. El 12 de junio de 1940, Veules es testigo de una batalla feroz y se sometió a la ocupación alemana hasta 1944. La línea de costa está parcialmente destruida y sus casas fueron saqueadas. Tiene una calle central bastante chula pero atestada de gente y comercios de suvenires, así que no nos paramos demasiado y fuimos directamente hasta el paseo de la playa.
Al igual que en la anterior, los perros estaban prohibidos en esta playa por higiene.
Recorrimos todo el paseo, disfrutamos de los acantilados, hicimos un poco el “instagramer” en los muelles de madera que entran en el mar y pasamos a visitar Veules-les-Roses, villa conocida por tener, con 1149m de longitud, el río más corto de todo Francia. Hay un recorrido por los canales que forman este pequeño río y que está marcado con paneles informativos donde se pueden ver casas antiguas, molinos y puentes de que cruzan las distintas calles dándole un aspecto muy interesante y romántico a la villa.
Ya era un poco tarde y las tiendas habían cerrado, por lo que pudimos visitar cada rincón sin el estorbo de los innumerables turistas hambrientos de recuerdos y demás tonterías de alma marinera. Siguiendo el tour por los canales llegamos a una zona donde había unas casas preciosas de estilo antiguo rodeadas de los canales. Un poco antes de salir del pueblo para llegar al aparcamiento, vimos una zona de plantación de berros, lleno de patos, muy curioso.
Gratamente sorprendidos por los rinconcitos tan bonitos que encontramos, volvimos a nuestra autocaravana, pero no sin antes echar un vistazo al parking que descartamos por la mañana cerca de la crepería. Había unos WC con un cartel prohibiendo utilizarlo para vaciar el químico y una normativa con prohibiciones sobre la pernocta en la villa. Era curioso ya que una de las líneas decía que si quieres dormir allí hay un camping y numerosos hoteles que dan ese servicio. Ya puestos podían haber añadido que si quieres comer, en vez de hacerlo en la toalla de la playa, los innumerables restaurantes que hay ahí también te dan dicho servicio…bueno, sin más.
Ya de vuelta en la autocaravana y después de comprobar que no había ninguno de esos carteles prohibitivos por ninguna parte, nos quitamos las botas, preparamos una rica cena y nos fuimos a dormir.
27 de julio: Veules-les-Roses – Lyons la Forêt (110km)
La noche en el parking fue muy tranquila, sobre todo porque salvo nosotros no había nadie más y para cuando vinieron los jardineros, nosotros ya habíamos desayunado.
Las previsiones meteorológicas no eran nada buenas y como ya se nos estaban acabando los días que teníamos reservados para la aventura normanda, decidimos realizar un cambio de tercio y pusimos rumbo a algunas zonas de interior que teníamos muchas ganas de conocer, así que pusimos las coordenadas a Lyons-la-Forêt.
Durante el camino llovió, llovió y llovió, así que no nos importó echar parte de la mañana conduciendo.
Cuando llegamos a nuestro destino, fuimos a un parking que teníamos marcado y ¡oh, sorpresa!, estaba limitado en altura, así que no nos quedó más opción que ir al área de autocaravanas que hay a la entrada del pueblo, junto al camping (49.40296398158285, 1.4799063585473862).
Cuando llegamos nos llevamos la grata sorpresa que era de www.camping-car-park.com, el mismo grupo que el área en la que estuvimos cuando visitamos el Mont-Saint-Michel.
El coste es de 14€/día, ofrece 10 plazas no muy anchas pero delimitadas y tanto el agua como la luz están incluidas, así que ni tan mal, ya que con un día tan lluvioso como el que nos esperaba tener corriente es una bendición.
Al entrar, salvo una autocaravana 4×4 que se encontraba repostando agua no había nadie más por lo que pudimos elegir la plaza más al fondo del área, junto a la verja final, de manera que dejábamos la cama más protegida de potenciales vecinos tabarrosos.
El área está muy nueva, con un riachuelo al frente frecuentado por una familia de patos, lo que resulta hasta idílico.
No hay sombras ni árboles plantados que la vaya a dar en un futuro, pero con un día tan gris como aquel, tampoco lo echamos en falta. Lo que si echamos de menos y mucho fue internet, ya que la señal que llegaba a los móviles era bastante mala y en muchas ocasiones nula, lo que resulta algo frustrante hoy en día, ya que lo utilizamos mucho para organizar y reorganizar los viajes sobre la marcha.
El camping da la opción de 10 minutos de wifi gratis y en caso de necesidad, se puede contratar al módico precio de 6€/día y dispositivo.
No nos habíamos alejado con Brandy ni 20 metros de la autocaravana, cuando comenzó a jarrear, pero a un nivel bíblico, así que corriendo a la autocaravana y a darle candela a esa serie que teníamos atrasada. Madre del amor hermoso, que manera de echar agua.
En el transcurso de la tarde fueron llegando otros viajeros autocaravanistas y poco a poco el área se fue llenando hasta casi su totalidad. Irónicamente el único sitio que no se ocupó fue el contiguo al nuestro. Supongo que el karma nos quiso dar un respiro.
A última hora de la tarde las nubes se quedaron sin munición y pudimos sacar a la pobre Brandy para que desfogara un poco en el campo de futbol que hay frente al camping, donde hay unos aparcamientos en los que hay una normativa un tanto curiosa:
“Si tu vehículo transporta gas o agua de alguna forma, no puedes aparcar allí de 20:00 a 08:00”
Risa de resignación, cena y a dormir.
28 de julio: Lyons-la-Forêt – Giverny (60km)
Salvo por algún chaparrón fuerte que otro, la noche fue muy tranquila.
La mañana salió más benévola, así que después de desayunar salimos a visitar Lyons-la-Forêt, ya que el día anterior no la pudimos ni pisar.
La villa está ubicada en el corazón del bosque nacional de Lyons y fue antiguo lugar de residencia de los duques de Normandía. Es un pueblo muy bonito, con sus casas típicas de entramados de madera, mercado central de madera, calles floridas, cafés y rinconcitos románticos.
Entramos en la oficina de turismo y pedimos un mapa para poder ver todo lo importante así que seguimos los números marcados del recorrido hasta llegar a la iglesia de San Denís (S. XII-XV) junto al río Lieure. Al lado de la iglesia vimos un parking que puede servir por si te apetece visitar el pueblo pero sin quedarte a dormir (49.398991, 1.466186).
Al ser una localidad pequeña, no se tarda mucho en visitar y tras un par de horitas de turisteo ya habíamos visitado lo más relevante, así que volvimos a la autocaravana, cargamos aguas, vaciamos químico y bajo un cielo cada vez más plomizo pusimos rumbo a Giverny, pueblo famoso por haber acogido al famoso pintor impresionista Claude Monet.
El viaje, al igual que el día anterior, fue pasado por agua pero las previsiones de mejoría para la tarde ayudaron a que no decayese el ánimo.
En Giverny todos los aparcamientos están limitados a una altura de 1.9m, pero al menos han tenido el detalle de crear una amplia área parking gratuita de hierba y no lejos del meollo para que las autocaravanas también podamos disfrutar del lugar (49.072934, 1.529408).
Al ser un parking de hierba y con unos días tan lluviosos, el barro y los charcos no escaseaban, lo que va siendo la tónica en la mayoría de las áreas que nos estamos encontrando. Tal vez un piso de asfalto o grava hubiera sido más adecuado, pero bueno, había un área bien nivelada y gratuita, así que tampoco nos vamos a poner exquisitos.
Entre nubes y claros aparcamos y salimos a merodear un poco por el lugar. No habíamos llegado al casco urbano cuando una nube viajera nos regaló una tromba de agua de las buenas. Menos mal que habíamos salido preparados y aguantamos el chaparrón bajo un tupido árbol.
Pasado el chaparrón y en dirección opuesta hacia donde iban las hordas de turistas, iniciamos el tour marcado por el mapa turístico de Giverny dispuesto en las calles, en el cual te indica los lugares más relevantes de la localidad. El pueblo es famoso porque en 1883, el pintor Claude Monet, que había descubierto la aldea con motivo de un viaje en tren, es seducido por el paisaje y decide establecerse allí, donde construye unos jardines excepcionales que fueron la inspiración para sus obras y hoy son el atractivo turístico de la zona.
Paseando llegamos hasta la otra punta del pueblo, pasando por la iglesia de Sainte-Radegonde donde está enterrado Monet, y en vez de volver por él, lo hicimos por la vía verde que hay paralela a la carretera, así que Brandy pudo ir suelta un rato y desfogar esa energía acumulada por tanto estrés turístico e ir atada.
Se notaba que ya no estábamos cerca de la costa ya que pese a ser un día gris y lluvioso hacía bastante calor, así que después de comer abrimos bien las claraboyas, encendimos el turbovent y dejamos a Brandy en las mejores condiciones posibles, ya que íbamos a visitar los jardines de Monet y no se permite la entrada de perros.
Pagamos los 11€/persona y entramos en el universo del maestro impresionista. Pudimos visitar los enormes jardines, especialmente los estanques de los nenúfares y la casa que inspiró el arte que hizo famoso a Claude Monet. Si te gusta la jardinería vas a disfrutar mucho de la visita.
La visita nos llevó un par de horas, justo coincidiendo nuestra salida con la del cierre de los jardines a las 18:00.
Volvimos a la autocaravana, donde estaba Brandy más fresquita ahí dentro que nosotros fuera. La cogimos y salimos a dar una vuelta por los campos de girasoles que hay junto al área.
Desfogada la perrilla volvimos al pueblo para terminar de ver algunas zonas que nos faltaban.
A última hora de la tarde volvimos a la autocaravana para descansar un poco, cenar y preparar los últimos días que nos quedaban por Normandía.
29 de julio: Giverny – Saint-Céneri-le-Gérei (171km)
La noche en el parking del pueblo que vive alrededor de la fama del pintor impresionista Monet fue muy tranquila, aunque de la mañana no podemos decir lo mismo.
Tal vez nos quejemos demasiado y seamos un tanto antisociales pero es que nos ocurren cosas un tanto extrañas.
Al igual que todos los días, sonó el despertador a las 8:00am, nos levantamos tranquilos y cuando estábamos preparando el desayuno se nos aparcó bien pegadita una furgoneta vivienda belga. Recalco lo de furgoneta vivienda ya que ahí no se veía nada preparado; todo era un batiburrillo de cosas, cajas de madera, tuppers y ropa colgada por todas las esquinas.
De esa cueva salió un señor, que por la matrícula deducimos que era belga, quien sacó una silla, un hornillo, se hizo el desayuno, calentó agua, colocó un espejo enorme sobre lo que parecía una bolsa de deporte y con la radio a tope se puso a afeitarse.
Saqué a Brandy, le saludé con un mal pronunciado “bonjour”, me respondió una larga retahíla de algo que no entendí muy bien y siguió con lo suyo. Después de afeitarse, echó todo de nuevo a la parte trasera de la furgo y tal y como vino, se fue.
Desayunamos, recogimos y nos pusimos en marcha.
En un principio íbamos a ir por la vía verde hasta el pueblo de Vernon y visitar su molino precioso molino pero la verdad es que estábamos algo cansados de los días anteriores y no teníamos cuerpo para meternos una hora de ida, otra de vuelta mas la visita turística, así que arrancamos y en caso de encontrar aparcamiento cerca, lo veríamos pero no fue así. No os hacéis una idea lo complicado que resulta aparcar en Vernon. Para cuando encontramos un posible sitio para parar ya se nos habían quitado las ganas de ver el molino.
Hay que tener en cuenta que era sábado y últimos de julio, un día peligroso por la posible enorme afluencia de gente así que después de una valoración rápida hicimos un radical cambio de tercio y pusimos rumbo a los denominados Alpes Mancelles.
Tranquilos, hicimos un viaje largo y metimos algunos kilómetros de más, pero no tanto como pueda parecer a priori por el nombre.
Alpes Mancelles se denomina a la región normanda del Parque Natural Regional de Normandía-Maine, un bonito espacio natural atravesado por el río Sarthe y con un montón de pueblecitos con carácter.
Nuestro destino sería el Saint-Céneri-le-Gérei, un pueblo de triple galardón dentro de la categorización francesa:
1.- Villes et Villages Fleuris
2.- Petite Cité de Caratère
3.- Le Plus Beaux Villages de France
Y como comprenderéis no podíamos dejar la oportunidad de visitar tan galardonado sitio.
Aunque todavía dentro de Normandía, ya estábamos iniciando la vuelta a casa y posiblemente el lunes ya no estaríamos sobre suelo normando así que, para evitar disgustos, paramos en un Centro Comercial para hacer acopio de sidra dulce normanda normal y rosa, una nueva variedad que habíamos descubierto en este viaje.
Con la despensa cargada con suficiente sidra como para que nos parasen en un control por contrabando de producto regional, llegamos a la idílica área parking de Saint-Céneri-le-Gérei (48.382367, -0.053883).
Se trata de una zona de picnic de hierba bastante grande junto al famoso río Sarthe enfrente.
A la derecha del parking hay una zona arbolada con bastante sombra, aunque nosotros nos quedamos cerca justo a la derecha de la entrada, en una zona con suelo de grava y bien nivelada. No hay servicios, pero al menos hay algo que echamos en falta durante todo nuestro viaje por Normandía, un grifo libre con agua potable, el cual se encuentra en la edificación que hay a la izquierda.
La verdad es que podíamos haber elegido cualquier otro sitio, tal vez más idílico, como la rivera del río o la arboleda, pero se estaban formando unos nubarrones muy negros que amenazaban con echar bien de agua y no quisimos ponernos en una situación comprometida con el barro que pudiera formarse y quedarnos atascados.
Bien situados y comidos salimos a visitar la tan galardonada cité. Del parking se tarda unos 5 minutos en llegar, más o menos los mismos que se necesitan para verla entera.
Se trata de un pueblecito muy chiquitín, con un porcentaje exagerados de restaurantes respecto a los habitantes y casas que hay.
Lo más destacable es la Capilla de Petit Saint Célerin, construida a finales del XV temprano XIV dónde estaría el oratorio de San Ceneri, que hay después de pasar la iglesia y el cementerio, ya que se ha convertido en lugar de peregrinaje después de ocurrir varios milagros.
La leyenda cuenta que San Ceneri, nacido en Italia, atravesaba Francia y en el año 659, se detuvo en un promontorio de la Sarthe cansado y sediento. No encontraba agua para beber así que se puso a rezar. El primer milagro fue que el agua salió a borbotones. Después no podía cruzar el río por su corriente así que hizo la señal de la cruz y el agua se dividió. Este fue el segundo milagro. Junto con su compañero de andanzas Flavar, construyeron una ermita de madera junto al río y más tarde una pequeña iglesia de madera en el lugar de la iglesia actual.
Otro dato curioso, es que en la iglesia hay un nido de abejas protegido desde el año 898, ¡alucina! Según cuenta el cartel informativo, hubo una batalla que perdieron, pero cuando los asaltantes trataron de mancillar la iglesia, las abejas les atacaron con tan mala leche que les echaron de allí. Por ello, el mismísimo Carlos III dio la orden de no tocar y proteger ese nido que, por cierto, está lleno de abejas entrando y saliendo. Un nido con 1.225 años de antigüedad, menudo panal deben tener dentro de la torre.
Recorrimos todos los rincones e incluso pasamos a la población contigua, pero la verdad es que en cosa de 2h ya no sabíamos que más visitar, así que nos volvimos al área parking, el verdadero tesoro de ese día.
Nos sorprendió ver la cantidad de autocaravanas y campers que habían llegado durante nuestra ausencia. De estar prácticamente solos a tener unos 20 vecinos repartidos por allí.
A las 19:00 en punto llegó un señor mayor en una Peugeot partner verde. Se quitó un buzo de trabajo, se colgó una riñonera del cuello e hizo la ronda por todas las autocaravanas para cobrarnos los 5€ que cuesta pasar ahí la noche.
Sinceramente, después de los sitios en los que hemos estado, es un dinero que pagamos bien a gusto.
Ya habíamos visto que las opciones para esa zona era la de hacer senderismo o canoa por el río Sarthe, pero cuando sabes que hay que volver y tienes una kilometrada de casi 900 kilómetros hasta casa, la cabeza ya está más en el viaje que en hacer senderismo, así que aprovechando que sería domingo y no habría demasiado tráfico decidimos ir volviendo pero sin coger autopistas, así que el resto de la tarde lo pasamos planificando la ruta más adecuada para el regreso.
30 de julio: Saint-Céneri-le-Gérei – Cavignac (431km)
La noche en el área parking de Saint-Céneri-le-Gérei fue muy tranquila (se ve que estábamos en racha) y decidimos tomarnos esa bonita mañana de domingo de igual manera, con calma.
Nos levantamos con el toque de las campanas de la iglesia, desayunamos tranquilamente, disfrutando del paraje y cuando ya estuvimos listos, emprendimos el viaje de regreso.
Normalmente, cuando no cogemos la autopista, suelo crisparme muchísimo ya que las carreteras francesas atraviesan todos los pueblos y ciudades de su geografía por el mismísimo centro.
Por suerte ese era el plan para la jornada, así que nos lo tomamos como un safari fotográfico de esos en los que disfrutas de la sabana y los animales salvajes desde el Jeep.
Poco antes de llegar a la ciudad de Poitiers vimos que se anunciaba a bombo y platillo una zona de descanso con un área de autocaravanas y un montón de cosas más, así que como nos habíamos vestido con la energía Zen, paramos a investigar y comer (46.958717, 0.104604).
La verdad es que se trata de una zona de descanso de la carretera con unas parcelas para autocaravanas que muchos campings las quisieran. Además de varias mesas de picnic, baños, zona verde y la típica tienda de artesanía-bar, hay 7 parcelas individuales separadas por unos arbustos de casi 3 metros. Las plazas son un poco justitas, pero para entrar y salir de la autocaravana, suficiente. Si eres de los que le gusta sacar la mesa y las sillas para comer, detrás de cada plaza hay una zona verde… ¿Qué más se puede pedir? Sí, servicios de carga y descarga, pero por desgracia estaban fuera de servicio.
Comimos, dimos un paseo a Brandy para que estirase las patucas y seguimos con nuestro viaje.
Al ir por generales y pasar por tanta población los kilómetros pasaban bastante despacio, aunque no había demasiado tráfico y viajábamos tranquilos hasta que empezamos a acercar a Burdeos, momento en que el tráfico se intensificó y el GPS nos advertía de algunas retenciones serias.
Eran las 18:00 y habíamos recorrido un buen número de kilómetros, así que consultamos en la aplicación de Parking4Night y resulta que muy cerca de donde estábamos había un área parking con muy buenas reseñas.
Sin pensárnoslo dos veces, metimos las coordenadas y nos desviamos hacia Cavignac, la villa a donde nos llevó el TomTom Go Camper.
El área se trata de un amplio parking de asfalto junto al cementerio, gratuito, bien nivelado, sin ningún servicio, pero muy tranquilo, así que nos aparcamos y salimos a pasear con Brandy.
Sinceramente, Cavingac, salvo el área de pernocta, no es una población que ofrezca mucho más. Dimos una vuelta rápida y nos retiramos a la autocaravana.
A lo largo de la tarde llegaron algunas autocaravanas más que hicieron poco más o menos lo mismo que nosotros, salir, estirar las piernas y preparase para cenar.
31 de julio: Cavignac – Vitoria (373km)
Para este último día, poco más que contar. Nos levantamos sin mucha prisa, recogimos y pusimos rumbo a casa.
El tráfico era mucho más intenso que el del día anterior, así que con ganas por llegar cogimos la autopista y con algún atasco que otro, llegamos a casa a la hora de comer.
Conclusión
En Normandía es inevitable encontrarte con continuos vestigios de la ocupación nazi y de la guerra, pero aun así conseguimos no enturbiar el objetivo de nuestro viaje y pudimos disfrutar de una arquitectura que nos recuerda los orígenes vikingos de esa región.
Casas de barro y paja, con su entramado de madera y tejados imposibles, iglesias y mercados con un claro origen nórdico abundan en toda la región, por no hablar del impresionante Mont-Saint-Michel.
Por otro lado, también disfrutamos del lado salvaje y natural de Normandía, su costa, sus acantilados y sus fuertes mareas.
Respecto a viajar en autocaravana, si eres de los que busca visitar la zona sin el yugo de las áreas de pago, olvídate. En los últimos años han balizado y legislado la mayoría de los sitios en los que se permitía la pernocta libre.
Estas restricciones han hecho incluso complicado poder visitar algunas localidades, ya que la única opción para las autocaravanas es el área destinada para la pernocta, sobre todo en las zonas más turísticas.
En contrapunto decir que viajar ha sido muy fácil, con zonas de carga y descarga en casi todas las poblaciones.
Respecto al clima, si eres de las personas que va a Normandía en busca de un destino playero, mejor cambia de destino. El clima es muy del norte, vientos de costa, lluvias frecuentes y más fresquito que las zonas interiores, cosa que a nosotros nos gustó porque para hacer turismo activo es el mejor clima.
Gracias a este clima, muy parecido al del País Vasco, pese a que en ocasiones las temperaturas diurnas podían subir hasta los 26ºC, las noches eran frescas y se dormía de lujo.
La conclusión general es que Normandía es una región francesa con un enorme patrimonio tanto natural como cultural que merece mucho la pena visitar.
Bibliografía
Gastos
- Peajes: 123,91€
- Gasolina: 399,03€
- Áreas de pernocta: 118,7€
- Compras: 261,71€
- Otros: 22€